La España real

Después habrá que darle explicaciones al primer ministro holandés, el que va en bicicleta a su trabajo

Hoy gran parte de los medios de comunicación parecen vivir permanentemente en Madrid. Se ha convertido en el nuevo campo de batalla sobre el que medir las decisiones estratégicas, las disquisiciones palaciegas, los brotes e ingresos o las corruptelas políticas. Es cierto que, al ser la capital, concentra gran parte de la actualidad, pero cuando cada portada periodística provoca su contraportada ideológica, el tema empieza a aburrir soberanamente al resto de la España real.

Uno de los curiosos efectos de todo esto ha sido, nuevamente, el tener que definirnos cada uno en el binario monarquía-república. Probablemente esto tampoco tenga una respuesta simple, para el que conozca la historia de España y la política europea en general, pero al igual que con cada tema que se le ocurre a los gobernantes, nos obligan a posicionarnos. Desde luego si algo ha tenido de positivo toda esta lamentable etapa final del rey emérito es la de reconocer que, a partir de ahora, no hay nadie ajeno a la justicia, te llames como te llames. Tanto si recibes dinero de Arabia Saudí, como de Irán o Venezuela, habrá que declarar su procedencia y sus fines, y demostrar su legalidad. Y de igual manera, los que en el pasado fueron cortesanos y cortesanas al servicio de los gobernantes, hoy no tienen porque guardar silencio, aunque los rodeen de vidas de lujo, de ministerios, o de plazas de congresistas o senadores, a cambio de vidas aisladas o destrucción de archivos digitales.

Mientras los ciudadanos de la España real vivimos entre el miedo al resurgimiento de la pandemia y el control de cada céntimo que gastamos o ingresamos, algunos prebostes se dan la gran vida de esa otra España Real, con palacios de vacaciones y multitud de personal a su servicio. En ese mundo dónde el dinero llega vía impuestos de los demás y "me lo gasto porque yo me lo merezco", o como decía alguna vicepresidenta en el pasado "…como el dinero público no es de nadie". Después habrá que darle explicaciones al primer ministro holandés, el que va en bicicleta a su trabajo, que el dinero que nos deben prestar lo usaremos con la máxima austeridad y eficiencia. Y sobre todo habrá que convencer a los españoles si, tras tanto dispendio veraniego, se pretenden congelar pensiones, bajar salarios públicos o subir los impuestos. Quizás en ese momento, ante la cruda realidad, más de uno también piense en volar hacia países lejanos.

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