Postales desde el filo

Dos Españas

No se me ocurre peor forma de conmemorar los 80 años de la muerte de Machado que volviendo a las dos Españas

Continúan en el Tribunal Supremo las sesiones del juicio a los acusados del procés. Las emociones iniciales han dado paso a la monotonía de los procedimientos, de las declaraciones previsibles, de la jactancia de los acusados y la insistencia de los acusadores. A los reiterados alegatos en defensa del decisionismo frente al imperio de la Ley. En su realidad paralela el secesionismo cree estar ante un juicio al Estado, a la democracia española y que el mundo está pendiente de este proceso. Pero el mundo tiene demasiados problemas y no está para gilipolleces. Sólo los sectores más frikis del independentismo lo siguen como un culebrón. Los tertulianos especulan con la sentencia, como los periodistas deportivos con el resultado del próximo clásico. Antes o después sabremos si los hechos que se les imputan quedan suficientemente demostrados y si se ajustan a los tipos penales de los que son acusados. A las grandes palabras: rebelión, sedición, malversación, etc. Lo que sabemos, más allá de lo que quede sentenciado, es que la gravedad de lo ocurrido en Cataluña, entre septiembre y octubre de 2017, se ajusta a la definición que Kelsen hizo de golpe de estado: "cuando el orden jurídico de una comunidad es nulificado y sustituido de forma ilegítima por un nuevo orden". Que el juicio se esté celebrando con normalidad y transparencia -streaming incluido- es una prueba más de la solidez del sistema constitucional del 78. Tras la sentencia quedará demostrada, otra vez, la capacidad del Estado de derecho para reducir a quienes intentan poner a prueba su fortaleza. Aunque después de la sentencia el problema político, como el dinosaurio del microrelato, seguirá ahí.

Pero mientras el Estado muestra su fortaleza el sistema político se debilita y divide hasta la escisión. La mayor prueba de su debilidad es que el independentismo domine, como asunto único, las agendas electorales. No se me ocurre peor forma de conmemorar los ochenta años de la muerte de Machado que volviendo a las dos Españas. Trasladando al resto del país, como una metástasis, la grave división que independentismo ha causado en Cataluña. Los posibles errores del gobierno no pueden servir para justificar que sus adversarios pretendan apropiarse indebidamente de la Constitución y expulsar a los que no piensan como ellos. Esa misma derecha que confunde la integridad y la cohesión territorial con la "España como unidad de destino en la universal".

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