Rodeado de alevosos desarreglos veraniegos, me viene a la cabeza mi querido amigo director general de Bellas Artes y comisario de la Bienal de Venecia en 1982 Luis González Robles. Luis fue el que con cuatro compañeros más me eligió para representar a España en aquella Bienal. Era Luis un sevillano socarrón, intelectual finísimo y, en algunos momentos, lucía un humor exquisito y desconcertante. Ya en Venecia, después de los horarios de exposición, solíamos tomar una copa o cenar en algún sitio céntrico y relajarnos. Una tarde, con forzada intimidad nos dijo: "estoy por fundar unas Brigadas de Vigilancia Estética. La compondrían una pareja de agentes, hombre y mujer, que en casos evidentes pedirían explicaciones del por qué vestir de tal manera o de tal otra. -Buenas tardes, señora, ¿quisiera explicarme cómo ha llegado a la conclusión de que ese sombrerito y esa sombrilla hacen juego? -Y a usted señor, ¿cómo puede conjuntar esos pantalones cortos con chaqueta y calcetín? Por desacato al buen gusto están ambos multados con 10.000 liras". ¡Qué falta harían en Málaga un par de brigadas de las de don Luis!

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