Exceso de política

No hay derecho a que el pensamiento humano deba ser permanentemente examinado y categorizado

Las sociedades miden su nivel de tolerancia en base a las libertades de los individuos. Sin embargo, hay una tendencia actual a clasificar políticamente todo nuestro entorno, incluido el más nimio de los detalles, lo cual entra claramente en contradicción con esa libertad que muchos abanderan. En el fondo esto no es más que una forma de imponer el poder enfrentando a los individuos entre sí en cada faceta de la vida, y por ello va siendo hora de denunciar esta situación.

Cualquier ciudadano puede tener un mayor o menor nivel de interés por la cultura, ya sea el teatro, la pintura, la prensa o la literatura. Pero lo que es claramente una opción personal, que cada uno consume en base a sus necesidades, forma parte de un entramado cultural altamente ideologizado que se autodefine como progresista. Y no hay un actor o escritor que pueda contradecir estos maximalismos, por lo que el ciudadano, que gusta de la cultura, huye despavorido ante tanta manipulación.

En la economía, basta con tener algo de interés por la adquisición de un bien, para ser definido como conservador. Como si no tuviéramos todos estas necesidades a diario y, gracias a la libertad de mercado, un número suficiente de opciones para poder gestionar nuestro dinero adecuadamente. Es evidente que cuando estas acciones se usan como contravalores para atacar a otros como insolidarios, la compra de un chalet en Galapagar se puede convertir en un boomerang sobre su propia línea de flotación.

Probablemente si nuestros políticos volviesen a estudiar las bases de sus ideas, se percatarían de que sus responsabilidades se deben ceñir al ámbito de lo público y a la gestión de los deseos limitados frente a los ilimitados. Así no tratarían de ocupar todo nuestro entorno y nos permitirían que las necesidades culturales, económicas, sanitarias o educativas las decidamos libremente. Gracias a ello no tendríamos que encasillar cada acción en progresista, conservadora, liberal o mediopensionista, porque no hay derecho a que conceptos tan amplios como la creatividad y el pensamiento humanos deban ser permanentemente examinados y categorizados. De seguir así, nuestros prebostes podrían llegar a contradecir al pensador Ramiro de Maeztu cuando decía: "La ventaja de la democracia sobre las demás formas de gobierno es que no hay en la democracia una casta interesada en sofocar el pensamiento para que no se le discuta".

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