Carlos Colón

Explotación y 'botellón' (y II)

SI terminábamos el lunes citando textos socialistas históricos -nada menos que de Engels, el primero- sobre los estragos del alcohol entre la clase trabajadora, permítaseme empezar hoy con una cita del gran socialista francés Jean Jaurés (1859-1914): "Si os detenéis a inquirir cuál es la orden del día sobre asuntos de política social en los grandes países civilizados encontraréis, más o menos desarrollado, un inmenso programa de acción democrática popular encaminado por todas partes a liberar la clase obrera de la doble plaga de la ignorancia y del alcoholismo... ¿Cómo conducir el proletariado a escalar los niveles de su grandeza y de su misión si permitimos que su energía sea envilecida o malignamente sobreexcitada en las fuentes mismas de la vida? Yo decía recientemente a uno de mis contradictores: para que pueda realizarse sin violencias una fecunda revolución social es preciso luchar contra el alcoholismo". Así podríamos seguir hasta llenar varios volúmenes con discursos socialistas contra el daño que el consumo abusivo alcohol hacía a los obreros, justificando la (interesada) mala opinión burguesa sobre ellos a la vez que incapacitándoles para transformar su situación.

De alguna manera los adolescentes y los jóvenes son hoy para el mercado algo parecido a lo que eran aquellos obreros para sus explotadores: una fuerza de consumo, no ya de trabajo, que procura inmensas riquezas lícitas e ilícitas. El pasado sábado, en el estupendo programa Callejeros que dirige Carolina Cubillo para Cuatro, lo pude comprobar una vez más al ver un espeluznante reportaje sobre los trenes de Cercanías que devolvían a sus casas a los jóvenes tras una noche de drogas y alcohol en botellones o discotecas instaladas en polígonos industriales.

Ante esta situación -que se da por igual entre jóvenes de todas las clases en pueblos y ciudades- la izquierda actual debería hacer en favor de los jóvenes lo que la izquierda histórica hizo para con los obreros: ayudarles a liberarse -utilizando las palabras de Jaurés- de la doble plaga de la ignorancia y del alcoholismo (o de las drogas, el consumo compulsivo de bienes superfluos y otras adicciones). Desgraciadamente la izquierda actual está demasiado enfangada en la confusa ciénaga en la que se hundió en el funesto 68 y en la cínica renuncia a la utopía del posterior desencanto posmoderno, demasiado presa de la nueva situación económica internacional, demasiado volcada en la conversión de la social democracia en social consumismo, y por todo ello demasiado ocupada en sobrevivir simulando que representa lo que representó, para hacerlo.

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