José L. Malo /

Extraterrestre

Tinta con limón

08 de agosto 2013 - 01:00

ME defino como un tipo agnóstico y muy empirista. Me parece un lujo innecesario creer que hay un dios o varios que prometen un más allá feliz y perfecto. Lo respeto, allá cada cual. Dice mi amigo Ángel (el nombre le viene al pelo) que da igual que yo no crea en Dios, porque él si cree en mí. Pues mejor así, todos contentos. Pero a mí pensar en un más allá me aleja del más acá, el único que tengo tangible. Quizá sea una suerte pensar que hay algo más, que de pronto un día se apaga todo pero para que empiece algo mejor. Yo vivo sin crucifijos y sin persignarme. Los dislates y actos antirreligiosos de la Semana Santa tampoco me ayudan a creer. Y me parece que no hay nada más divino que el jamón ibérico. Esto del jamón creo que no es la primera vez que lo escribo. Si hay alguien que lee estas columnas y se diera el milagro (anda, qué bien traído) de que le gusten mucho y tenga posibles, anoten la dirección y lo metan en la caja con un buen Ribera del Duero. Si ocurre, me plantearé lo de los seres supremos.

Dicho lo cual, me alegra que un tipo tan bien amueblado como Nacho Rodrigo (@nachorodrigo23) comparta conmigo una teoría que a algunos les hace gracia y a otros les horroriza. Y es que, para mí, resulta el mismo esfuerzo creer en Dios que en los extraterrestres. Si me apuran, creo que hay más pruebas científicas de lo último que de lo primero, más avistamientos que credibilidad en la Biblia, lo que pasa es que tanto friqui suelto en la ufología enmarrona el asunto. Como no tengo ninguna experiencia tangible de ninguno de ellos, los meto en el mismo cajón.

Yo creo que hay algo más, creo en la energía espiritual y, sobre todo, creo en el ser humano. Por eso, me da a mí que el Papa Francisco tiene que ser extraterrestre. Me encanta esa manera de salirse del guión del catolicismo extremo. Desde la elección de su nombre a su acercamiento social, es el primer Papa que veo que se aleja de los dogmas inquebrantables de la religión, pese a que siga viviendo en ese castillo de opulencia que es El Vaticano. Igual se lo quitan pronto de en medio si sigue molestando así. A mí me gusta hasta cómo habla. Será porque es argentino y me recuerda a un dios muy terrenal: Andrés Calamaro.

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