tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

¿Faisán o pollo?

LA decisión de Zapatero ha tenido un efecto inmediato en las filas de la oposición. Aunque más que provocar una respuesta nueva, de momento se limita a elevar el tono de los viejos argumentos. Viviremos un año oyendo pedir la dimisión de Zapatero, al tiempo que los organismos internacionales irán verificando que la crisis remite poco a poco -tampoco cabe esperar milagros con el paro que no cesa- y las reformas del Gobierno, que le han ocasionado más desgaste electoral que la propia crisis, seguirán agradando a los conservadores europeos…

La cacerolada aporreará al presidente del Gobierno, que con su renuncia a encabezar la apuesta socialista da satisfacción a su electorado (el señor Griñán debería tomar buena nota). Pero también, con la pirotecnia de las grandes ocasiones, buscará emborronar la figura de Rubalcaba, más cerca ahora de ser el candidato, para que en un cara a cara con Rajoy cuente más el maquillaje. Arriesga mucho la estrategia popular, porque si Rubalcaba está llamado a rescatar el electorado socialista en fuga, la megafonía que le tacha de mentiroso y ministro de ETA -sin duda, ha sido uno de los que más ha contribuido a su final-, puede despertar al electorado de izquierda, muy sensible y refractario a los discursos pasados de vueltas y de tiempo histórico, y llevarlo a las urnas.

Las caceroladas desempolvan un tufillo vetusto, que en nada favorece a los conservadores, y blindan la fidelidad de los incondicionales, pero no hace parroquia entre la mayoría necesaria para gobernar. Además, acentúa la polarización y puede sacar de su letargo a quienes han dicho en las encuestas que se van a abstener. Por si fuera poco, Aznar, el mejor aglutinante de la izquierda, ya ha salido a la palestra y le pide a Rajoy madera, más madera… Todos le van a pedir a Rajoy más madera, claro, pero ya no del árbol caído de Zapatero, sino de la que enciende el debate, de la que alumbra soluciones a los grandes problemas nacionales.

Si el futuro se va a dirimir entre Rajoy y Rubalcaba -esa parece la opción más probable-, el contador no se pondrá a cero, pero se reducirá la diferencia que hoy separa las expectativas de las dos grandes opciones. Rubalcaba, por mucha presión que se meta a la olla, va a deshacer el empate técnico de impopularidad entre Zapatero y Rajoy. Y la sociedad, muy decepcionada con sus políticos, exigirá más información y más debate, porque de mala propaganda está harta.

El peligro de ollas y cacerolas es que se abran y, donde se esperaba un faisán, aparezca el gallo de pelea que hemos visto todos los días de la presente legislatura.

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