Postales desde el filo

Falacia narrativa

En el PSOE se ha instalado la peligrosa convicción de la superioridad moral de unos socialistas sobre otros

El número de avales que consiga cada candidato a las primarias del PSOE dará una idea bastante aproximada de lo que ocurrirá en las urnas el 21 de mayo. Puede haber diferencias entre avales y votos aunque tal cosa no será significativa para el resultado final. Pero no parece que este primer asalto vaya a servir, sea cual sea el resultado, para templar los ánimos. El verdadero problema es que difícilmente de un ambiente tan crispado pueda salir lo que más necesita el PSOE: un liderazgo con autoridad moral para unir un partido profundamente dividido.

En los últimos días los nuevos escándalos de corrupción que sacuden al PP han permitido a los partidarios del "no es no" insistir en la acusación -a sus compañeros que se abstuvieron en la investidura- de complicidad con la corrupción popular. Sería paradójico que, como resultado de la refriega interna, los escándalos de los populares acabasen afectando electoralmente más a los socialistas que al propio PP. Se trata de acusaciones que entran en la categoría de lo que Nassin Taleb llama falacia narrativa: según el autor del cisne negro, los humanos constantemente nos engañamos construyendo explicaciones inconsistentes del pasado que creemos verdaderas. Como recuerda todo el mundo, eran muy remotas las posibilidades de que el voto contrario del PSOE a Rajoy hubiese servido para mandar a los populares a la oposición. Lo más probable es que, tras unas elecciones en las que lo sondeos daban de nuevo favorito al PP, los socialistas se hubiesen visto de nuevo encerrados en el maldito bucle de tener que decidir de nuevo entre lo malo y lo peor.

Votar no era ideológicamente coherente, pero también un error estratégico. Se trata de un falacia narrativa ya que nada permite pensar que las consecuencias del voto contrario hubiesen sido menos lesivas para los intereses del partido que las derivadas de la abstención. Sin olvidar en tal tesitura los intereses del país. Lo que agrava las cosas y agranda la división interna es que esta diferencia de criterio, que una parte del partido ha convertido en su bandera, se exprese más en términos de ataque moral que de reproche político. Todo indica que se ha instalado en el PSOE la peligrosa convicción de la superioridad moral de unos socialistas sobre otros. La gente se preguntará: si unos acusan a otros de cómplices de la corrupción del PP y los otros a los unos de lacayos de Podemos, ¿dónde está el PSOE?

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