La escandalera del miércoles en Vallecas, en un mitin de Vox reventado por la izquierda radical, es un termómetro de cómo los fanáticos imponen su estilo en la precampaña madrileña. La moderación brilla por su ausencia en unas elecciones que se juegan como primarias nacionales. La izquierda extrema no quiere que la extrema derecha vaya a territorios que considera propios. Pero los barrios no son de nadie. No es sólo retórica: en noviembre de 2019 Vox obtuvo en los dos distritos electorales de Vallecas 21.618 votos. No son extraños allí. A muchos no nos gustan sus mensajes, pero tienen derecho a expresarlos.

El argumento de la provocación ya se usó contra Ciudadanos en abril de 2019 por dar un mitin en Rentería, el pueblo de Maite Pagaza. Centenares de energúmenos batasunos los acosaron desde que entraron hasta que salieron del pueblo e intentaron reventar la intervención de la dirigente vasca. Y no. No existe el derecho de exclusión de determinados partidos a otros. Tampoco calles exclusivas de nadie.

Como la rana calentada en agua a fuego lento, nos hemos ido conformando sin darnos cuenta. Hemos visto escraches a dirigentes de toda ideología en universidades: Aznar, González, Carrillo, Fraga, y más recientemente Iglesias. Es conocido el que Iglesias y Errejón le montaron a Rosa Díez en 2008 en la Facultad de Políticas de la Complutense. Y ahora también cómo la casa de Iglesias es asediada por fanáticos contrarios a su ideología. La intolerancia genera intolerancia. Y la moderación no está de moda; nunca lo ha estado. Andrés Trapiello en Las armas y las letras destaca cómo tras la guerra civil fueron olvidados Chaves Nogales, Encarnación Aragoneses (Elena Fortún), Clara Campoamor, Agustí Calvet (Gaziel) o José Castillejos, como símbolos de una tercera España mayoritaria sometida por las otras dos.

La moderación cotiza a la baja. Ángel Gabilondo es un hombre moderado, pero se deja poner en un gran cartel en la Gran Vía de Madrid contra el gobierno de Colón. El PSOE hace un anuncio embustero y faltón; con la cara de su candidato alienta pasiones frentistas con fotos de los líderes de la concentración de las derechas contemporáneas en febrero de 2019, en la que no estuvo Inés Arrimadas. Ciudadanos quiere desmarcarse de la foto de Colón, pero no de sus circunstancias. Edmundo Bal es un hombre moderado, pero habla de un pack Gabilondo-Sánchez-Iglesias, lo que lleva a Gabilondo a decir que no quiere nada con este Iglesias como si hubiese otro… Y el número tres de la lista de Cs habla del catedrático de Metafísica como de "un lacayo de Sánchez e Iglesias".

El respeto al adversario es esencial en democracia. Tratar a los exaltados con intolerancia sólo les da protagonismo y engendra violencia. El primer balance de la precampaña es que de momento ganan los fanáticos.

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