Mitologías Ciudadanas

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Febrerillo, el loco: Málaga, 1937

Febrerillo el loco les trajo la confirmación de las promesas incumplidas, el macabro final de un desvarío azuzado por la desesperación y el miedo. Un mes frío y caprichoso para ahogar los sueños de revolución que habían ido germinando durante años de quimeras y despropósitos. Nadie es culpable de los sueños, pero aparecieron las pistolas asesinas apuntando, frías e inclementes, al entrecejo, y los ojos se abrieron aterrados ante la febril pesadilla del rencor que se había ido acumulando.

Así, como una bandada de oscuros presagios, amenizada por la voz aguardentosa, la crueldad misógina, grosera y zafia, del general Queipo de Llano, incitando desde Radio Sevilla al asesinato y las violaciones ("Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen"), los sueños se transformaron en pesadillas: desde Ronda y Marbella, desde Antequera, Loja y Alhama, las tropas levantiscas, con los moros de Franco y la ayuda de los alemanes y los italianos, se aprestaban a cerrar el nudo sobre la capital malacitana. Aquel 7 de febrero de 1937, entre reproches de falta de decisión, de atolondramiento y mala fe hacia todos los que en el gobierno podrían haber hecho algo útil para socorrerla, Málaga la roja se estremecía de espanto.

Es difícil calcular el número de malagueños que, huyendo de aquel horror, salieron en desbandá a la carretera Málaga-Almería. Se habla de 100.000 a 300.000 personas y de cerca de 10.000 muertos… Un genocidio que comenzó a la altura de Lagos, con el bombardeo de la población civil que atestaba la carretera, por parte de las fuerzas aéreas franquistas, los buques Canarias, Baleares y Almirante Cervera, así como los tanques y la artillería rebeldes.

Y la carretera quedó regada de sangre para siempre, y "Málaga la bella", "Málaga la roja", "Málaga, la primera en el peligro de la libertad", marchitó su belleza, tiñéndose de gris y negro, del azul de camisas imperiales y montañas nevadas, del caqui de los armígeros, mientras parte de ella observaba atónita -y hay que reconocer que también había otra parte, agradecida y esperanzada, con sus justas razones- cómo la libertad de su enseña se desmoronaba de sopetón, como si fuera un castillo de naipes mal construido.

Ese fue el crimen, la ignominia, la masacre, el exterminio… "Por aquí la alegría corrió con el espanto / por este lardo y duro / costado que sumerges en la espuma / fue el Calvario de Málaga a Almería / el despiadado crimen / todavía -¡oh, vergüenza!- sin castigo" (R. Alberti). ¡Hagámosle justicia!

Sumario: Es difícil calcular el número de malagueños que, huyendo de aquel espanto, salieron en desbandá a la carretera Málaga-Almería.

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