Feliz Navidad y próspero virus

Los gobiernos se enfrentan a un dilema muy complicado si salvar las próximas fiestas se convierte en una obsesión

El Ayuntamiento de Málaga, si no hay cambio de última hora, estrenará el viernes la Navidad con el habitual alumbrado de la calle Larios como principal atractivo. Igual confía en que como buena parte de la población ha dejado de bajar al centro, no se produzca ningún efecto llamada con el espectáculo pirotécnico. O igual establece en un bando que las visitas serán en días alternos por apellidos: de la A a la M y de la N a la Z. Y por sorteo, no sea que se produzcan denuncias por discriminación, dada la afición malagueña a ser los primeros en asistir a cualquier acontecimiento para poder contarlo después. Desde luego no parece que las luces de Larios, aún sin destellos y enmudecidas, sean la mejor receta para evitar aglomeraciones y evitar la propagación del virus. Eso sí, la ya conocida empresa de este alumbrado artístico deberá estarle bastante agradecida al Ayuntamiento por permitirle conservar sus ingresos en estas fiestas.

En las últimas semanas se observa una especie de obsesión de los dirigentes políticos ante la Navidad y lo que representa. El objetivo es salvarla. Pero no lo que se entiende muy bien es el precio. El presidente de la Junta, el viernes, expresaba que la "voluntad y deseo" de su Gobierno era unas Navidades "lo más normales posibles", y confiaba en que se pueda recuperar la movilidad entre provincias. Hoy, seguramente, Juanma Moreno, comunicará una prolongación de las restricciones hasta después del puente de diciembre. Pero con más de 500 contagios por cada cien mil habitantes, de media en la comunidad, si hubiera manga ancha dentro de un mes, no es difícil predecir lo que sucederá después.

Las tradicionales comidas de empresa, aunque se repartan entre mesas y a distancia. El aluvión de compras. El fuerte incremento del consumo en general. Es el último empujón para reducir el impacto económico negativo en un año que para muchas personas será el peor de sus vidas. Se puede entender que ante la tesitura de perderlo casi todo se asuman riesgos a la desesperada. Y es el complicado dilema al que se enfrentan los Gobiernos. El cálculo para asumir la arriesgada apuesta de confiar en que el Séptimo de Caballería, en forma de vacuna, llegará a tiempo antes de que la pandemia colapse el sistema. A la tercera puede ser la vencida. Pero con reglas laxas o limitaciones, nadie puede alegar ya desconocimiento. Más allá de la cesión por la causa que puedan hacer unos dirigentes políticos muy presionados socialmente por estas fechas, es hora también de que cada ciudadano y, en este caso, cada familia, asuma la responsabilidad de sus actos. No siempre vale excusarse en los gobernantes. Para no desear una feliz Navidad y un próspero virus en 2021.

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