Feria en El Palo

Todas las ciudades tienen su propia lógica, aunque todos pensemos que la de la nuestra es especial

Todas las ciudades tienen su propia lógica, aunque todos pensemos que la de la nuestra es realmente especial y de difícil comprensión para un finés. Con la festividad de la Virgen del Carmen, Málaga ha celebrado su feria del Palo y procesionado a la Virgen en una serie cortejos en cuyas cabeceras no han faltado los concejales socialistas. Una cosa es virar a la izquierda y otra muy distinta es dejar de ser un ferviente cofrade. Y cuando quieran se lo explican a Pablo Iglesias, el malo. Del mismo modo, un año más, la ha terminado con la paella popular organizada por el Ayuntamiento de Málaga y la Peña el Palustre, y la presentación del cartel ganador que anunciará el Concurso de Albañilería de la peña. Concurso de carteles que organiza y patrocina el Colegio de Arquitectos, pero en el que mete la cuchara hasta el fondo la peña. Como no podría ser de otra manera. De este modo la presentación la dirige un peñista y la cierra el alcalde como máxima autoridad y patrocinador del almuerzo. Salvo que nos equivoquemos en el protocolo, como fue el caso el domingo. Entonces lo cierra el decano del Colegio, que devuelve la palabra al alcalde para que la cosas sean como deben ser y este le invite a cerrarlo al alimón y proceder a sentarse a comerse el arroz, que no una paella, que diría mi amigo Mauri, malagueño de nacimiento y medio valenciano de fogones. Con lo que todos a la mesa y tan contentos bajo el toldo que nos protege de un sol de justicia mientras una señorita contratada por el distrito ameniza la ingesta con un poco de flamenquito. Ocasión que no desaprovecha una espontánea para lanzarse al ruedo y pegarse ella sola unos bailes que anuncian que no habrá un mañana, bajo las miradas cómplices de los asistentes locales y el asombro de dos inmensos guiris que, tras haberse hecho con sendos platos de arroz, parten a la búsqueda de unas cervezas sin terminar de saber de qué va todo aquello ni atreverse a preguntar. Que va de lo que va, de pasar un buen día. Por eso el concejal del distrito se queda de tertulia hasta que la llamada de control de su hija le recuerda que padre no hay más que uno y a él solo le ve en la calle. Y con la caída de la tarde ya solo quedan los cacharritos, una pechá de gente que parece no haber tenido bastante feria y tres peñistas que agotan el día pensando en cómo mejorar el concurso de albañilería que se celebrará el 25 de septiembre.

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