Los profesores de Filosofía de los institutos de la provincia mantuvieron ayer una reunión en la Universidad en la que se les informó del procedimiento a seguir en la próxima Selectividad, o lo que sea, o como se llame. Y, bueno, la cosa no difiere mucho de lo que ya dictaminó el Gobierno: únicamente optarán a examinarse de Filosofía los estudiantes que aspiren a subir nota. Como materias obligatorias quedan, entre otras, Lengua Española e Historia de España, lo que, y que Dios me perdone, no deja de resonar a valores del Movimiento. Pero hay un detalle que me resulta altamente significativo: para los (a todas luces pocos) exámenes de Filosofía que se celebren en Selectividad, Reválida, PAU, Sacramento de la Confirmación o como quieran llamarlo, queda exenta la filosofía contemporánea. Es decir, nada de Marx ni de Nietzsche. Ni nada posterior a Santo Tomás, por si las moscas. Su poquito de Platón, su poquito de Aristóteles y va que chuta. Es curioso, pero leí hace poco un artículo sobre las susceptibilidades que despierta todavía el estudio de la filosofía marxista en no pocas universidades estadounidenses, dada la alegría con la que se confunde este estudio con la divulgación del comunismo. Pues bien, los temerosos guardianes del conservadurismo académico yanqui son unos pardillos al lado de nuestros próceres educativos. Resulta rematadamente difícil justificar semejante disparate con una excusa distinta del control ideológico. La filosofía, y muy especialmente la de Marx, Nietzsche, Foucault, Sloterdijk (ya puestos) y demás indeseables, contribuye a hacer de las personas ciudadanos críticos. Es una invitación continua a zafarse de la caverna platónica, de lo asentado y establecido, y mirar qué hay al otro lado. Y, claro, a los que echan la culpa al viento de que los días de más frío coincidan con los máximos del precio de la electricidad les puede gustar cualquier cosa menos un ciudadano crítico. Los que cantaban felices la derogación de la ley mordaza no se dan cuenta de que la normativa sigue vigente y enterita con efectos proactivos; al cabo, resulta mucho más rentable y eficaz negar el alimento al espíritu cuando se está a tiempo que liarse a cerrar bocas cuando ya es demasiado tarde.

El mayor problema, sin embargo, no es tanto que quien pueda ahorrarse agentes díscolos de antemano lo lleve a cabo, sino que quien teóricamente no debería permitirlo haga la vista gorda, mire para otro lado o incluso dé por buena la medida. El criterio competitivo y economicista en la educación no proviene únicamente de Ciudadanos ni del credo neoliberal: su éxito procede del hecho de que la mayor parte de la sociedad española, empezando por no pocos profesores y continuando con una amplia gama de la izquierda, se ha tragado el sapo de que los jóvenes tienen que estudiar cosas útiles, que les sirvan para prosperar en un medio agresivo y para devorar al adversario. Que hay que darle a Europa y a PISA lo que piden, y sin rechistar. Entonces, bueno, lo de la Filosofía puede considerarse un precio menor a pagar. Qué le vamos a hacer. Luego, cuando ves a los adalides de la tecnocracia horrorizados por la reproducción de clichés machistas, violentos, catetos, racistas, patrióticos y deshumanizados en las aulas, casi entran ganas de reír. ¿No queríais peones? Pues aquí los tenéis.

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