Fotos para la posteridad

Las relaciones internacionales requieren una altura de miras superior al propio ombligo

Tras el discurso del rey Felipe VI cada uno de los partidos ha tratado de posicionarse. Es evidente que sus mensajes a la calma, a la unidad y al espíritu de la Constitución no podían pasar desapercibidos en un momento tan crucial para la política española. Pero también es cierto que los que no alcanzan tanto sentido común sustituyen su falta de argumentos acudiendo a las fototecas, dadas sus dificultades innatas para profundizar en las bibliotecas.

La imagen ofrecida por Rufian del hijo menor del entonces Príncipe de Asturias con Franco es realmente pueril. Todos hemos sabido entender que un Jefe de Estado, como es hoy Felipe de Borbón, debe relacionarse con los demás países, por muy complicados que sean sus dirigentes. Pero hubiera estado muy feo sacarlo en imágenes con Hugo Chávez o con Fidel Castro, con quienes se entrevistó en multitud de ocasiones, porque a lo mejor molestaba a algunos socios parlamentarios. Es lógico que haya fotos con personajes realmente incómodos, pero las relaciones internacionales requieren una altura de miras superior al propio ombligo, y a los que solo observan su terruño estas cuestiones les superan.

Aunque las fotos pueden ser un bumerán para el que las exhibe. Si observamos las imágenes de la visita privada de Felipe González con el líder iraní Ahmadineyad o los saludos de Pedro Sánchez con Oriol Junqueras, podremos pensar en el riesgo que corre cualquiera gobernante al relacionarse con este tipo de delincuentes. Pero tristemente siempre hay intereses inconfesables que son difíciles de entender dentro de la legalidad.

También hubiera sido terrible sacar fotos del rey Felipe con el resto de los líderes de nuestro continente, por mucho que Esquerra propugne esa independencia territorial que conlleva la inmediata expulsión de Cataluña de la Unión Europea, pero es importante que toda España siga dentro de ese marco común de países. Los delirios nacionalistas, que llevaron a lugares como el Reino Unido a su autoexclusión de Europa, hoy han desembocado en un infierno económico y político interno de consecuencias impredecibles, y allí ni siquiera tienen todavía a un rey coronado que tenga autoridad para hablarle al resto de anglosajones. Pero, si lo que decía el escritor Luc de Clapiers es cierto: "La señal infalible de un mal reinado es el exceso de elogios dirigidos al monarca", gracias a Rufián, Felipe debe ser un gran rey.

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