La canciller Ángela Merkel ha expresado su desacuerdo por la forma de silenciar a Trump en las redes sociales, afirmando que " es problemático el cierre de las cuentas de un presidente elegido, en base a la decisión de direcciones corporativas". Considera que la libre opinión es un derecho fundamental en el que sólo se puede intervenir en el marco definido por los órganos legisladores, no por la decisión corporativa de esas plataformas digitales. Gran asunto, buena prueba de ello es que sea precisamente la dirigente de un país tan sensibilizado ante estas cuestiones, como Alemania, la que alce su voz para advertirnos de los riesgos para la libertad. Pero siendo ese un verdadero problema, la cuestión de fondo no es otra que internet, y en especial las redes sociales, son territorios sin ley (una recreación virtual del estado de naturaleza hobbesiano) y cuyo carácter disruptivo constituye, hoy por hoy, probablemente el mayor problema para nuestras democracias. Que las grandes empresas y no las instituciones sean las que, tarde y mal, hayan decidido silenciar al gran bocazas, que tan irresponsablemente ha envenenado la política y la sociedad estadounidense, es algo que expresa bien las características líquidas e inaccesible del monstruo digital. Que actos tan trascendentales como unas elecciones pueda ser manipulados y distorsionados, a través de las redes sociales, por fuerzas ajenas debería hacernos reflexionar sobre las debilidades de nuestras democracias.

Al menos, como lo ha hecho Merkel apelando a sus fortalezas. Vivimos uno de esos momentos en los que se puede percibir la impotencia y la fragilidad de nuestro sistema de libertades. Dice Rob Riemen que: "si el populismo se mezcla con grandes dosis de nacionalismo, resentimiento y odio, veremos salir de entre las sombras el verdadero rostro del fascismo". Quizás por eso, al ver las imágenes del asalto al Capitolio el pasado día 6, recordé algo que leí sobre Thomas Mann, cuando vivía exiliado del nazismo en California, que en una conferencia advirtió - más bien pronosticó- a su público de EEU: "Déjenme decirles la verdad: "si alguna vez el fascismo llega a Estados Unidos, lo hará en nombre de la libertad". Lo dijo hace tres cuartos de siglo, por lo que resulta verdaderamente profético. Decía el poeta que, en los tiempos sombríos, de los tiempos sombríos hay que hablar. Cuando se veían en Alemania escenas parecidas a las que vimos el día seis en Washington.

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