Frenar ante el precipicio

Los desacuerdos parecen esos juegos de vehículos que apuestan por acercarse al precipicio y luego frenan

En los gobiernos de coalición la tensión viene de serie. Es natural; si en gabinetes monocolor suelen aparecer diferencias, cuando se comparte el poder entre partidos con distinta ideología y cultura es inevitable que de vez en cuando se produzcan relevantes discrepancias que trascienden al conocimiento general. En nuestro caso, la fusión gubernamental entre Unidas Podemos y el PSOE ya auguraba enfrentamientos inevitables, más por la forma que por el fondo. Si se analiza la situación, descontada la parte de provocación política y de radicalidad verbal de la que Podemos hace gala siempre, las diferencias en el día a día de la gestión, que es a lo que se dedica un consejo de ministros, no son tan abismales. En grados más a la izquierda o en centímetros más al centro es donde en el fondo se establecen las desavenencias. Pero también los partidos coaligados se disputan constantemente un espacio electoral próximo, y ahí es donde los intereses suelen agudizar las discrepancias.

Lo que ocurre es que en la actualidad la transferencia de voto entre los socialistas y el espacio político a su izquierda (que cambia de denominación cada momento) no es el principal problema que acucia a las dos formaciones. La necesidad de movilizar al decaído electorado de la formación morada, por un lado, y la recuperación del voto de centro-izquierda, por otro, son los retos políticos a los que se enfrentan los partidos de la coalición si quieren vencer el sesgo que apuntan las encuestas. Y para ello es evidente que cada uno necesita lanzar mensajes que amplíen su base electoral y acentúe su perfil político tradicional. En definitiva, las desavenencias de esta última semana entre los partidos coaligados solo son escaramuzas de una estrategia más amplia que busca nuevos caladeros de votos para conseguir una suma que posibilite la continuidad del gobierno de progreso. Así las cosas, y por más que parezca que hemos llegado a la madre de todas las batallas, lo cierto es que no pasan de ser rifirrafes de menor cuantía entre dos formaciones que están condenadas a entenderse

Por eso, los actuales desacuerdos se parecen a esos juegos de vehículos que apuestan por acercarse al precipicio para frenar en el último momento. Generalmente en este tipo de electrizante juego nunca pasa nada, salvo que alguien demasiado impulsivo o inexperto arrastre al vehículo al fondo del abismo. Y hablando de impulsiva inexperiencia no se puede evitar mirar a Ione Belarra.

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