Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Fruterías 'boutique'

Cuesta creer que en lo tocante a los precios las fruterías vayan recortando distancias con las joyerías

Al paso que va la subida de precios habría que renombrar las fruterías de siempre como Boutiques de fruta, así, en plan pijo, pues a poco que siga la inflación destrozando récords ya solo podrán entrar los pijos en sitios así de distinguidos.

A mí el otro día me dio como cosilla entrar en una. Ni parecía un establecimiento de venta de fruta. Los productos estaban tan bien presentados, tan elegantes, refulgían tanto las peritas, las piñas o las granadas imponentes en el mostrador que parecían de mentirijilla.

Lo que no era de mentira eran las etiquetas de los precios. Las peritas a casi seis eurazos. Es decir: te tomas una pera diminuta y te has zampado casi un euraco, es decir, ciento sesenta y cuatro pesetas de los tiempos en que sabíamos aún el precio de las cosas. Como para sentirse culpable o de clase alta.

Eso sí, vamos recortando distancias con los americanos, que es a quienes todos pugnan, imbecilidad aparte, por parecerse. Según vi en un documental sobre lo gordos que están allí, resulta que en la ciudad con más panzudos del país comprar una pieza de fruta puede suponerte toda una heroicidad aparte de recorrer kilómetros, claro, pues el reportero que se puso a semejante labor de consumir algo natural y no elaborado en aquellos pagos casi desiste del empeño.

En España somos así de tontos. Teníamos la fruta barata y al alcance de la mano, incluso algún terrenito donde vivir la fantasía de ser un hobbit los días festivos y, en plan lerdo con notable alto nos, nos sumamos al carro de la idiocia iridiscente de ponernos las cosas siempre más difíciles.

En mitad de todo este absurdo, al agricultor que le vayan dando, porque, según cuentan, de esos precios de hasta ocho o nueve euros el kilo de las boutiques frutícolas al sufrido labrador no le llega más que unos céntimos. Claro. Tanto adornar el producto se acaba comiendo el producto mismo. Es para hacérselo mirar.

Seguro que algún tipo sesudo de esos que cobran mucho por justificarlo todo tendrá alguna explicación muy complicada para este asunto. Los argumentos son gratis de ahí que haya quien se dedique a producirlos. Pero cuesta creer que en lo tocante a los precios las fruterías vayan recortando distancias con las joyerías, de aquí a poco su única competencia exclusive.

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