¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Ganó el PNV (otra vez)

Los nacionalistas ya tienen el mejor de los escenarios: un gobierno fragilísimo al que manipular y chantajear

Hubo un momento especialmente desagradable en el debate de ayer, cuando Pedro Sánchez se dedicó a cimbrearse delante de los diputados de Bildu para solicitarles el voto. "Podemos encontrar puntos en común en temas como el sistema de pensiones", le dijo un suavón candidato socialista a la ex gudari Marian Beitialarrangoitia y compañía. En ese momento, muchos comprendieron hasta dónde estaba dispuesto a llegar Sánchez por dormir en La Moncloa, algo que con toda probabilidad ocurrirá si Rajoy, el eterno enigma de la política española, no dimite antes.

La moción de censura de ayer en el Congreso se convirtió en un aquelarre nacionalista en el que el gran triunfador, una vez más, fue un PNV más cínico que nunca. Esta vez ni siquiera intentó enjoyar su discurso de nobles palabras e hidalgas intenciones. El discurso del portavoz aranista, Aitor Esteban, fue un perfecto nuevo manual de la vieja casuística jesuítica. Todo se puede justificar, incluso la traición, a mayor gloria de Euskadi. El PNV salió del hemiciclo con la buchaca llena: el futuro gobierno se tragará los "antisociales" Presupuestos Generales elaborados por el PP (los de la lluvia de millones sobre las provincias vascas) y le dará una patada hacia adelante a las elecciones, con lo que alejará el fantasma de Ciudadanos (la nueva bestia negra para los abertzales) en la Moncloa. El nogal está más pelado que nunca. Por su parte, los independentistas catalanes también lograron beneficios inesperados: echar al presidente que abortó -aunque tarde y mal- su intentona del pasado otoño y recuperar un papel importante en la misma sede de la soberanía que han intentado dinamitar.

El nacionalismo, capitaneado por el PNV, ya tiene el mejor de los escenarios: un gobierno fragilísimo (85 diputados no dan para muchas alegrías) al que poder manipular y chantajear, y un presidente cuyas convicciones cambian al son de sus intereses personales.

¿Y Rajoy, por qué no dimitió ayer? Quizás porque el interés del PP no pasa por unas elecciones en un breve plazo -consecuencia inevitable de dicho acto-. El PP defendió inútilmente la bancada azul con un ojo puesto en Sánchez y otro en Rivera. De nada le sirvió: llegó el líder naranja al estrado y se convirtió en el centro del debate. Quedó muy claro quién es el nuevo líder de la oposición.

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