La ciudad y los días

Carlos Colón

Gaspi vence a Llamazares

TRISTE decadencia. Hubo un tiempo dictatorial en el que "el Partido", dicho así, sin necesidad de apellidos, era el Comunista. Hubo otro tiempo democrático en el que el Partido estaba liderado por un gran político, Santiago Carrillo, quien tras ser junto a Berlinguer y Marchais uno de los constructores del Eurocomunismo, fue uno de los conductores de la transición pacífica de la dictadura a la democracia. Aun así, en las elecciones de 1977 y 1979 no rebasó el 10% de votos. Tras las de 1982 -catástrofe electoral con un 4,02% de votos- y la dimisión de Carrillo, se hundió en el patético declive en el que desde entonces vive: en las elecciones de 1986, ya integrado en IU, obtuvo un 4,63%; en las de 1989, un 9,07; en las de 1993, un 9,55%; en las de 1996, un 10,54; en las de 2000, un 5,45; y en las de 2004, un 4,96. El prestigio que entre la izquierda democrática podía conservar lo perdió del todo a partir de 1993, al sumarse al Partido Popular y a la derecha mediática para derribar a Felipe González en la operación conocida en su día como "la pinza".

Hoy los restos del PC, alzados sobre los tacones de la coalición IU, son una patética caricatura sobrada de maquillaje radical y desfigurada por liftings ideológicos que vaga por la política española como la Baby Jane y la Norma Desmond que interpretaron Bette Davis y Gloria Swanson en ¿Qué fue de Baby Jane? y El crepúsculo de los dioses vagaban por sus mansiones desoladas, perdidas en los sueños de sus añejas grandezas.

Triste, ciertamente. Tan triste como que Llamazares tenga que reconocer que los dibujitos animados en los que quema una foto de la familia Real y otra del Papa hayan ocupado más espacio en la prensa que sus propuestas programáticas. El muñequito Gaspi (que, aunque sea difícil creerlo, así se llama su alter ego animado vestido de Indiana Jones) ha logrado lo que tan cruelmente se representaba en los muñegotes cuando Llamazares aparecía reivindicando su derecho a tener su propio muñegote, como ahora reivindica -también sin éxito- intervenir en los grandes debates televisivos junto a Zapatero y Rajoy. Se ha tenido que fabricar él mismo, al fin, su propio muñeco para desahogarse quemando a la familia Real y al Papa, o enviando los obispos y los fachas-zombis a un gulag espacial. Y encima está tan contento de haber conseguido así "más papel y más imagen que en la presentación del programa electoral o del manifiesto político ante el Foro Nueva Economía".

Hay que ser eso que en Andalucía se llama desgraciao para reconocer sin rubor la poca atención que los ciudadanos y los medios le prestan.

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