En el inicio de la película All that jazz, mientras vemos un funambulista, el protagonista le dice a la muerte que "hacer el alambre es vivir, el resto es esperar". Según esta filosofía, la primera ministra británica Theresa May lleva una vida intensa a más no poder. Esta semana May hizo el alambre para evitar por los pelos un Brexit duro. Como ministra del Interior del Gobierno Cameron pidió el voto para el Remain y ahora se esfuerza sin éxito en que Los Comunes validen una salida pactada de la UE. Pero el acuerdo ha sido rechazado dos veces. John Carlin la llamó con acierto la dama de porcelana. Ella sigue tenaz en el empeño; descarta otro referéndum y se resiste a nuevas elecciones que supondrían su jubilación. Lo cierto es que mientras vive intensamente en el alambre, sus socios comunitarios esperan. Y desesperan.

El alambre de May llega hasta el Campo de Gibraltar; ocho municipios y 250.000 habitantes asentados en un territorio que al menos en su tercera parte formaba parte del municipio de Gibraltar cuando la fortaleza fue tomada por las tropas angloholandesas en 1704. En el acuerdo del Brexit hay cuatro protocolos que afectan a ambos lados de la frontera: fiscal, contrabando, medioambiente y aeropuerto. Pero se habla mucho más de los 10.000 trabajadores nacionales, mal contados, que trabajan en la Roca. No hay un censo preciso. Se supone que por razones fiscales, pocos interesados se inscribieron en un registro para el paso rápido de la verja cuando el Gobierno de Rajoy limitó el acceso al Peñón en 2013.

Con Brexit o sin él, estos trabajadores conservarían sus empleos. Otro problema es la eventual devaluación de la libra, la moneda en la que cobran, lo que repercutiría en la economía de la zona. Muchos de los españoles que pasan a diario son informáticos cualificados, contratados por la próspera industria del juego on line. Ese negocio, junto a los seguros, los servicios financieros y el turismo son los principales motores de la economía de la colonia.

En la comarca campogibraltareña reclaman un régimen fiscal especial que permita atraer inversiones de empresas radicadas en el Peñón que ya están deslocalizando negocios on line en lugares como Malta. Sería una buena alianza: en una parte hay capital y la otra dispone de terreno y mano de obra. En un ámbito de 20 kilómetros hay cuatro regímenes fiscales. Al otro lado del Estrecho, el de Ceuta y la zona franca de Tánger. Y en la orilla opuesta, el de Gibraltar y el general español, que es el peor de los cuatro. Antonio Sanz, actual número dos del vicepresidente de facto de la Junta de Andalucía, propugnó un régimen especial para las empresas de juego on line cuando era delegado del Gobierno en Andalucía. Pero en los últimos PGE sólo se concedió ese estatus a Ceuta y Melilla.

El Campo de Gibraltar hace equilibrios en sus propios alambres, además de circular por el de la dama de porcelana.

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