Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Gloria a 'skaters' y surferos

Si volviera a nacer, no dudaría en aprender a patinar y surfear: el placer debe de ser de primera

Un verano con Olimpiadas es un superverano. No lo dijo el Barón de Coubertain ni Corebeo de Élide, el Usain Bolt de la Grecia clásica; es sólo una propuesta de reconocimiento y agradecimiento a este mundial y evento deportivo, por mucho que detrás de el mismo haya un fabuloso negocio (suponiendo que esto fuera algo pecaminoso). Todos los días se aprende algo que no te sirve para nada, nada que sea práctico y eso es precisamente lo que hacemos cada cuatro años entre julio y agosto: conocer atletas propios y ajenos, aprender reglas, formas de puntuación y modalidades de deportes que no volveremos a seguir hasta los próximos Juegos. Gracias a Adriana Cerezo y sus diecisiete años le hemos puesto una momentánea pasión a taekwondo, y nos hemos enterado de su forma de marcar y de cómo se incurre en faltas. Así con la esgrima, el judo, los deportes acuáticos, el bádminton. El saber puede tener dimensiones olímpicas y no ocupar lugar.

Soy un futbolero desencantado con el fútbol, que ha derivado a un deporte de atletas de adocenada técnica y equipos de extremada táctica que hacen de demasiados partidos un coñazo hasta el minuto sesenta, en caso de que no sea soporífero el partido íntegro, cosa probable. Con el llamado deporte rey, en los Juegos Olímpicos se obra un pequeño milagro de andar por casa en zapatillas, mando en ristre: el fútbol en estos días está en fuera de juego, en segundo plano, otros deportes le echan la pata, hecho en el que tiene que ver la sobredosis de balompié que engullimos. Otro gozo digno de mención es estar viendo partidos, combates o pruebas de buena mañana o en el calor soportable de la noche y hasta la madrugada, desavisados de horarios, enfrascados en el hermoso declinar de Mireia Belmonte o Pau Gasol. Por no hablar de la maravillosa -por elegante, alusiva y de espectacular componente tecnológico- ceremonia de inauguración. Yo le daba los próximos juegos otra vez al exquisito Japón.

Este año ha sido el del ascenso del skate y el surf al parnaso del deporte. Si volviera a nacer, no dudaría en aprender a patinar y surfear: el placer debe de ser de primera. Los skaters, señalados injustamente por sus atuendos y su pandilleo de plaza con todos sus avíos, pasan a ser deportistas, y no cualquieras: olímpicos. Lo del surf, parafraseando a Cervantes en aquella cita sobre su falta de talento para la poesía, es "una gracia que no quiso darme el cielo", y por mera cuestión generacional: no se hacía surf aquí en otros entonces. Qué maravillosa actividad (debe de ser). ¡A jugar! Aunque sea desde el sofá.

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