El desenfoque

raquel / Garrido

Gobernar o dejar gobernar

CASI dos meses después de la celebración de las elecciones generales, España sigue a la deriva bajo la sombra de la incertidumbre sobre quién conseguirá gobernar en los próximos años. Las cuentas no les salen a ninguno y seguirán sin salir porque las cábalas sobre los posibles pactos son un sin sentido. En un escenario con el voto tan fragmentado y ante la incapacidad de los representantes políticos de sentarse de verdad a intercambiar posturas por el bien del país, cualquier intento de gobierno está abocado al más estrepitoso fracaso. Lo saben ellos y lo sabemos todos. Si los principales partidos no están dispuestos a ceder para dar vía libre a la gobernalibidad y los emergentes se postulan como llaves con exigencias difícilmente aceptables para mantener la soberanía nacional, ¿por qué perder el tiempo? Una nueva convocatoria de elecciones no sería tan descabellado o, al menos, no más que forzar el nacimiento de un Gobierno con discrepancias insalvables desde el comienzo. La actitud demostrada por algunos dirigentes en estos dos últimos meses es decepcionante y ciertamente preocupante. Al PP, el legítimo ganador de las elecciones generales al haber conseguido el mayor número de votos, prácticamente ni se le ha visto en este tiempo. Con un líder, ensombrecido por los casos de corrupción destapados en el seno de su partido, el PP ha dado muestras de cobardía, abatimiento y resignación en este proceso sin ni siquiera intentar lo que simplemente ha dado por imposible. El PSOE, en cambio, con uno de los peores resultados electorales de su historia, se ha empeñado en gobernar a toda costa. Pero la aritmética de votos no permite hacer milagros ni tampoco todo debería valer para llegar a la Moncloa. Decidir entre Podemos y Ciudadanos para lograr la investidura es la primera decisión que Pedro Sánchez debería tomar de una vez deshojando la margarita. Pero siendo consecuente, leal y coherente con sus votantes y con el resto de los españoles, porque si no el precio político a pagar por un partido histórico como el PSOE podría ser demasiado alto. El referéndum de autodeterminación en Cataluña que el partido de Pablo Iglesias plantea como exigencia sine qua non para apoyar a los socialistas no puede ser tratado con tanta frivolidad como si se tratase de un simple intercambio de cromos. A Podemos le está pudiendo la soberbia, mientras que Ciudadanos se ha convertido en el casco azul para tratar de imponer un mínimo de sentido común ante una guerra política abierta en la que ha salido a relucir lo peor de cada uno. Los mismos que nos prometieron cambio y un nuevo tiempo en política.

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