La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El Gobierno que fue imposible

No habrá investidura salvo que Pedro negocie la abstención de PP o Cs o genere un milagroso reencuentro PSOE con Pablo

Horas después de sufrir en riguroso directo televisivo el fracaso de su investidura, Pedro Sánchez abría, también en televisión, la nueva campaña electoral. Le dijo a Pedro Piqueras que él no tiraba la toalla -días antes juraba que no habría segundas oportunidades-, pero al explicar cómo intentará otra investidura desveló los argumentos que va a usar cuando fracase esa segunda intentona: PP y Cs habrían de abstenerse por responsabilidad y Podemos conformase con su oferta para la coalición.

Ha perseguido, Sánchez, el imposible de ganar una investidura trabajando cinco días tras holgar tres meses, y ahora persigue otra investidura sin moverse, apalancado en la idea, políticamente falaz, de que sus 123 diputados significan que la mayoría de los españoles desean que él gobierne (¡sí: el 28% de los votantes, el 22% del censo electoral!). Son los otros los que deberán cambiar: populares y ciudadanos, absteniéndose para no bloquear España, y podemitas, aceptando la cuota de poder que el más votado les ha otorgado con generosidad.

Otro imposible. Para que PP y Cs se abstengan Sánchez tendría que ponerles delante un programa de gobierno mínimamente aceptable, no decirles que va a gobernar desde la izquierda y sin hacerles ascos a populistas y soberanistas, con los que cohabita en Baleares, Navarra, Valencia o el Ayuntamiento de Barcelona. Y para que Unidas Podemos vote que sí y se integre en la coalición tendría que producirse un milagro, visto lo visto y oído lo que hemos oído esta semana en el Congreso. El desnudo integral al que Pablo Iglesias ha sometido a Pedro Sánchez ante toda la sociedad española sólo es comparable al que ha protagonizado él mismo: dos lobos disputándose los sillones del poder. Ninguno habló de programa. No estuvieron peleando por mejorar la vida de la gente, sino por mejorar la vida de su gente. Si a esto se añade la larguísima tradición de desencuentros entre las dos izquierdas, que tiene prácticamente un siglo, la virulencia hispana y la propia arrogancia de los personajes se entiende la imposibilidad de reconstruir a corto plazo la investidura frustrada. Se les rompió el amor de tan poco usarlo.

Por lo demás, ¿qué porvenir aguarda a un Gobierno de coalición PSOE-Podemos que seguiría sin disponer de mayoría parlamentaria, forzado a hacer concesiones a los independentistas y a encallar otra vez en los presupuestos? Es lo que pasa cuando se ganan las elecciones con el 28% de los votos y se actúa como si se tuviera el 60%.

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