Horas después de sufrir en riguroso directo televisivo el fracaso de su investidura, Pedro Sánchez abría, también en televisión, la nueva campaña electoral. Le dijo a Pedro Piqueras que él no tiraba la toalla -días antes juraba que no habría segundas oportunidades-, pero al explicar cómo intentará otra investidura desveló los argumentos que va a usar cuando fracase esa segunda intentona: PP y Cs habrían de abstenerse por responsabilidad y Podemos conformase con su oferta para la coalición.
Ha perseguido, Sánchez, el imposible de ganar una investidura trabajando cinco días tras holgar tres meses, y ahora persigue otra investidura sin moverse, apalancado en la idea, políticamente falaz, de que sus 123 diputados significan que la mayoría de los españoles desean que él gobierne (¡sí: el 28% de los votantes, el 22% del censo electoral!). Son los otros los que deberán cambiar: populares y ciudadanos, absteniéndose para no bloquear España, y podemitas, aceptando la cuota de poder que el más votado les ha otorgado con generosidad.
Otro imposible. Para que PP y Cs se abstengan Sánchez tendría que ponerles delante un programa de gobierno mínimamente aceptable, no decirles que va a gobernar desde la izquierda y sin hacerles ascos a populistas y soberanistas, con los que cohabita en Baleares, Navarra, Valencia o el Ayuntamiento de Barcelona. Y para que Unidas Podemos vote que sí y se integre en la coalición tendría que producirse un milagro, visto lo visto y oído lo que hemos oído esta semana en el Congreso. El desnudo integral al que Pablo Iglesias ha sometido a Pedro Sánchez ante toda la sociedad española sólo es comparable al que ha protagonizado él mismo: dos lobos disputándose los sillones del poder. Ninguno habló de programa. No estuvieron peleando por mejorar la vida de la gente, sino por mejorar la vida de su gente. Si a esto se añade la larguísima tradición de desencuentros entre las dos izquierdas, que tiene prácticamente un siglo, la virulencia hispana y la propia arrogancia de los personajes se entiende la imposibilidad de reconstruir a corto plazo la investidura frustrada. Se les rompió el amor de tan poco usarlo.
Por lo demás, ¿qué porvenir aguarda a un Gobierno de coalición PSOE-Podemos que seguiría sin disponer de mayoría parlamentaria, forzado a hacer concesiones a los independentistas y a encallar otra vez en los presupuestos? Es lo que pasa cuando se ganan las elecciones con el 28% de los votos y se actúa como si se tuviera el 60%.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios