La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Godard en el teatro San Fernando

La muerte de Godard trae recuerdos de los cines, salas de arte y ensayo y cineclubes en los que vimos sus películas

Hubo un tiempo en el que las películas de Godard -digámoslo como réquiem difícil por un hombre poco grato y un cineasta genial- se estrenaban en cines comerciales. Un servidor vio Pierrot el loco en el teatro San Fernando (QEPD).

Hubo un tiempo en el que había circuitos comerciales alternativos, las salas de arte y ensayo, en los que se estrenaban películas difíciles o que habían tenido problemas con la censura. Sevilla llegó a tener cinco o seis salas de arte y ensayo (recuerdo, en distintas etapas de sus vidas, el Azul, el Bécquer, el Andalucía, el Avenida o el San Vicente) después que abriera con éxito la primera, el pionero Trajano, reconvertido luego en sala X o porno y ahora en hotel: metáfora de la historia reciente de Sevilla. En estos cines vimos Bande à part, El soldadito o Una mujer es una mujer de Godard.

Hubo un tiempo en el que muchas facultades universitarias tenían sus cineclubs -Arquitectura, Ingenieros, Medicina, Económicas…- a los que se sumaba el cine club universitario y el patriarca de todos ellos, el cineclub Vida fundado en 1957 por los jesuitas que allá por 1964 sentó en el patio del Alfonso XII a los jóvenes sevillanos del Vida y otros cineclubes con el mismísimo Orson Welles. En ellos fuimos viendo las otras películas de Godard que podían burlar la censura.

Si, hubo un tiempo en el que Pierrot el loco de Godard se estrenaba en el teatro San Fernando, La aventura de Antonioni en el Imperial, Fellini ocho y medio, Petulia de Lester o El silencio de un hombre de Melville en el Rialto, La mujer maldita y El mensajero de Losey en el Cervantes o Accidente, también de Losey, en el Álvarez Quintero, por referirme solo a películas consideradas difíciles y por ello minoritarias proyectadas, no en cineclubs o salas de arte y ensayo, sino en cines comerciales. No hicieron grandes taquillas, desde luego. Recuerdo el casi vacío patio de butacas del San Fernando la tarde del estreno de Pierrot el loco. Tampoco hubo mucho entusiasmo en los estrenos, a los que asistí, de las películas de Lester, Melville o Losey. Y no creo que la mayoría de quienes fueran a ver Fellini ocho y medio al Rialto salieran dando volteretas de alegría por Ponce de León. Pero tuvieron distribución y se estrenaron en salas comerciales. Ahora no hay pantallas para este tipo de películas ni cineclubs. En esto, siento decirlo, caminamos como los cangrejos.

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