'Guadalmetro'

Al proyecto más largo de la historia de la ciudad se le une el más complejo y polémico

En Málaga el seco cauce del río Guadalmedina es la expresión de una frustración colectiva. Desde el siglo XVIII, cuando Carlos III proyectaba el paseo del Prado de Madrid, en esta ciudad ya aparecían los primeros diseños con ensoñaciones que pretendían sustituir esa árida y antiestética franja urbana por paseos, jardines, fuentes y arboleda. Desde entonces no ha habido década en la que no haya aparecido una propuesta para su desvío o encauzamiento y así poder dar rienda suelta a la imaginación y el anhelo ciudadano. Han sido casi dos siglos y medio de frustraciones y deseos incumplidos, atravesados por inundaciones y riadas que le han devuelto el protagonismo de forma amenazante. Pero la desidia, la falta de recursos, las divergencias entre administraciones o la necesaria repoblación de la cuenca han hecho que la más antigua y sentida reivindicación ciudadana quede en el limbo de los sueños por los siglos de los siglos.

Independientemente de esto, ya en nuestros días, se acometió la magna construcción del Metro, que ha pasado por ser la más tortuosa, polémica, compleja y contradictoria obra pública que se haya acometido en nuestra ciudad. Desde el principio ha habido una constante discusión sobre su ejecución, sobre los desvíos de tráfico, sobre el uso de la tuneladora y, últimamente, sobre el trazado de un tramo en superficie que acerque este transporte a la zona norte. Seis titulares de la Consejería de Obras Públicas se han ido estrellando contra un único alcalde que de forma muy personal ha ido manteniendo contra viento y marea su singular forma de entender esta trascendente actuación. Si a esto se une la lentitud del Gobierno regional y las dificultades jurídicas nos encontramos ante un nuevo tormento ciudadano que ya despierta más hastío que ilusión.

Pues bien, la última ocurrencia del alcalde es unir ambos proyectos y condicionar uno al otro para así conseguir la tormenta perfecta del enrevesamiento y la desesperación. ¡No me digan que no es genial! Al proyecto más largo de la historia de la ciudad se le une el más complejo y polémico; y así conseguimos el bucle infinito que relegue las dos obras al paraíso de los sueños irrealizables. El alcalde, en el último tramo de su larga, intermitente y, en muchos casos, exitosa carrera política, nos ofrece su legado final, expresión de su propia naturaleza y talante: complicar un proyecto hasta el infinito para que al final no se sepa muy bien cuál fue la causa que lo hizo imposible. Tanto esfuerzo imaginativo es digno de mejor causa.

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