ESCUCHO y leo soflamas de próceres mediáticos y políticos, incluso de propios deportistas. "¡Nos tienen envidia!". Detecto a mi alrededor una indignación furibunda con las parodias de unos guiñoles de una televisión francesa con destacados deportistas españoles. Probablemente bordeando la frontera del mal gusto, se sugieren prácticas dopantes de Nadal, Gasol o Casillas a raíz de la sanción a Contador.

Es evidente que fuera de España, no sólo en Francia, se observa con recelo la laxitud de las autoridades a la hora de abordar los asuntos de dopaje. Que los ha habido y bastantes. Las malas resoluciones de la operación Puerto y la operación Galgo no han despejado las dudas que pueda haber.

Me parece desproporcionada, no obstante, la respuesta, como una cortina de humo a la que muchos políticos contribuyen a extender para ocultar problemas serios de verdad, que afectan a la vida cotidiana. "Los franceses no ganan nada", escucho a no pocos líderes de opinión en el deporte, con un micrófono por delante. Deberían saber que Francia tuvo en los Juegos de Pekín 40 medallas, por las 18 de los españoles. Que ellos tienen estrellas de la natación y del atletismo de las que España no ha disfrutado, al mejor jugador del mundo de balonmano y una selección histórica, que es el país extranjero con más jugadores en la NBA, subcampeón mundial de rugby... En fin, que no se juega en el mundo sólo a lo que gana España. Hay más vida en el horizonte.

Me preocupa más la rebeldía ante una anécdota, con el calificativo que quieran, y la pasividad de la sociedad ante cuestiones de capital importancia. De pequeño esperaba a una fugaz información deportiva en el Telediario. Hoy, los deportes ocupan más que el telediario. Dice esto alguien que lleva unos años ganándose la vida escribiendo de deportes, que disfruta de él en todos los sentidos. Pero todo no vale. Engañar tampoco.

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