Hablar claro

Plantear la elección del CGPJ como un reparto de puestos es de entrada reconocer un fracaso

Después de más de dos años esperando el acuerdo político que renueve los órganos del poder judicial, debería haber llegado el momento de dejar el oscurantismo y pasar a la transparencia. En una palabra: que se nos hable claro. En este complejo viaje de acuerdos inminentes y abruptos desacuerdos nos hemos acostumbrado a un lenguaje críptico, lleno de insinuaciones que impiden abordar con claridad dónde están las discrepancias y cuáles son sus fundamentos. Porque las dos partes, al no reconocer las causas reales de su desacuerdo, se sienten liberadas de la obligación de explicarlas. Solo ha habido una afirmación rotunda por parte del PP: no quiere a Podemos en la mesa de las negociaciones. Pero esta postura, más dirigida a un determinado sector de sus electores que a la realidad de las negociaciones, parece que se ha superado mediante la ficción de que los negociadores por parte del Gobierno introduzcan en sus propuestas las posiciones del grupo de Pablo Iglesias. A partir de ahí nos hemos perdido en una selva de medias palabras y filtraciones interesadas que hablan de personas, vetos e incompatibilidades, pero que ninguno de los dos interlocutores admiten plenamente.

Plantear la elección del CGPJ como un reparto de puestos es de entrada reconocer un fracaso y admitir una adulteración del espíritu de lo que pretendía la Constitución. Pero esta práctica, que desde el principio de nuestra democracia se ha consolidado, comienza a hacer aguas por todas partes cuando uno de los grupos se concede el derecho de vetar a personas sin tener que explicarlo públicamente. En este confuso mundo de rumores corresponde ahora al Grupo Popular explicar las poderosas razones que esgrime para vetar a un determinado juez y que es, al parecer, la causa de que se haya empantanado una vez más estas interminables negociaciones. De ser esto así, pues seguimos en el mundo de la suposición, se estaría introduciendo una sibilina amenaza a los jueces a la hora de dictar futuras sentencias. Toda esta elucubración se evitaría si las partes en litigio abandonaran el actual lenguaje confuso y expresarán con claridad los elementos centrales de su discrepancia.

En este campo quizás haya sido clarificadora la intervención de la exdiputada Celia Villalobos en un debate televisado en el que con su característico estilo directo y sin florituras expresó que el PP no tenía interés alguno en renovar el órgano judicial, ya que en el actual tiene holgada mayoría. Eso sí es hablar claro.

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