Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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'Hashtags' del amor hermoso

En Navidad, hasta los críticos más severos de la invasión de buenos sentimientos, se reblandecen

El hashtag es un numeral, formado por cuatro palitroques, que estas Navidades ha servido para etiquetar en la red todo tipo de buenos sentimientos y deseos. Los buenos sentimientos, administrados en pequeñas dosis a lo largo del año, no tienen por qué resultar dañinos. Pero su uso inmoderado puede empachar tanto como los polvorones. Ser objetor de este tipo de hashtags amorosos ha sido en estas fiestas un síntoma de elegancia espiritual. El objetor de buenos sentimientos no bebe cava ni toca la zambomba. Y está obligado a decir cosas tan terribles como que los buenos sentimientos son el quinto jinete del Apocalipsis. Luego, a estos seres asociales, a estos corazones de acero, se les escapa una lágrima en cuanto bajan la guardia. Sé de alguno que, reblandecido quizá por el ambiente navideño, derramó una lágrima el 24 por la mañana al ver subirse en el autobús a un hombre mayor, muy delgado, tostado por un sol, que no había sido frenado por crema protectora alguna, y que llevaba en la mano un listoncillo de madera, de esos que se encuentran entre las virutas de las carpinterías. El listón no medía más de 50 centímetros y, según me han contado, el corazón de pedernal del enemigo de estas fiestas entrañables se derritió ante la imagen de un trozo de madera que ni siquiera alcanzaba a servir de bastón o cayado al anciano. Yo mismo, cuando me contaron el caso, estuve al borde de la barraquera. Y eso que llevaba toda la mañana oyendo a Debusy, sin conmoverme. Lo peor es que este severo crítico de la melaza sentimental ha escrito en su blog, según me dicen, esta empalagosa cursilada: "Hoy todo es alborozo. Viajo en el Talgo para celebrar en Madrid la Navidad con la familia y la niebla manchega me impide disfrutar del paisaje exterior: me he tenido que encerrar en mi paisaje interior. Y me he encontrado a gusto. Como Espronceda, en su Canto a Teresa, he levantado los ojos al techo del vagón y he prorrumpido en un himno de alabanza al Señor: Bueno es el mundo, bueno, bueno, bueno, como de Dios, al fin, obra maestra...de que Dios ama al hombre, hermosa muestra...". No hay que descartar tampoco que este terrorista sentimental recibiera complacido las muestras de amor de sus familiares y que terminara alzando, con ellos, su copa llena de deseos y de sentimientos buenos y chispeantes.

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