El nacionalismo independentista catalán es un movimiento político y pacífico, por supuesto democrático. Y beatífico, pues de él participan abades, obispos, monjas, sacerdotes y demás personas en vías de santidad. La perversión de los contrarios ha hecho el retrato alterado de su realidad esencial. Es un mundo emocional de buenos sentimientos. Aman lo que es suyo, quien no sea suyo que se vuelva a Jerez de la Frontera, un poner. Lo que nos llega belicoso, con odio, desprecio para todos los que no son nacionalistas ni, mucho menos, independentistas de nada, son hechos aislados. Como el vídeo que se ha hecho viral en el que atacan a un chico muy joven, casi un niño grande, que llevaba una bandera española por la calle. Un pacifista no violento, nacional-separatista por supuesto, salta sobre él y le arranca la bandera de la mano. A continuación, como en un ataque combinado, otro 'estelado' se le acerca rapidísimo y le golpea la cara, le da un puñetazo. Para salir corriendo entre la gente. Como ensayado: ataque fulminante y vuelta a la madriguera. Un hecho aislado, de manual de boina verde. Es como lo que venimos viendo desde el pasado domingo por la noche, tras conocerse la detención de Carles Puigdemont en Alemania en cumplimiento de una euro orden enviada a los países de la UE por el Tribunal Supremo. Hechos aislados. Digo los incendios de mobiliario urbano, el corte de carreteras por el procedimiento de neumáticos ardiendo, la treintena de mossos de escuadra heridos de diversa consideración y el modo de proceder del ala radical de estos pacíficos en su intención de "tomar" la Delegación del Gobierno en Cataluña. Para qué contar lo que está a la vista y no necesita candiles. Pues sí, parece ser que hay que contar y contar, no parar de contarlo con todo detalle. Por si acaso la repetición abre sus entendederas. Es que, de verdad, no hablamos de presos políticos sino de políticos presos por delinquir, presuntamente. Y malversar dinero público. Y no respetar las leyes que nos obligan a todos. O sea, no vale la invención de una realidad distinta a la realidad de todos. Con el Reino Unido debían haber topado. O con Alemania o Francia. Sin complejos les habrían dado con una porra y detenido desde hace mucho, muchísimo tiempo. Aquí estamos en los hechos aislados y en toda esa faramalla de Mandela y el pacifismo imperfecto. Más el dialoguemos: estos son mis innegociables. Y claro, Rajoy va y les dice: pero es que no puedo, ya quisiera. Y viene la altanería, la nueva realidad, los hechos aislados. Y todo lo que estamos viviendo. Increíble.

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