Herejes y ortodoxos

El poder siempre está basado en la ortodoxia. El libre pensamiento nunca es del agrado del que manda

Los que piensen que la herejía y la ortodoxia son cosas del pasado están muy equivocados. Ciertamente que las cosas han cambiado y a los considerados herejes, los ortodoxos no los queman en la hoguera, al menos de forma literal, pero sí lo hacen en efigie, negándoles toda posibilidad de exponer sus pensamientos. Como oí decir a uno de los apartados de la vida pública por pensar de forma incómoda al poder establecido, durante la dictadura querías hablar y te quitaban el micrófono; ahora no te lo quitan, pero le anulan el volumen.

El poder siempre está basado en la ortodoxia. El libre pensamiento nunca es del agrado del que manda que, en ocasiones, no siente el más mínimo reparo en manifestarlo públicamente; ya saben, aquello de que el que se mueva no sale en la foto. Solo le faltó decir afoto, por si alguno no acababa de entenderlo. ¿Y qué es un hereje para un ortodoxo? Pues como decía Chesterton, un hereje es todo aquél que no piensa igual que yo. Así, ni más ni menos. Una filosofía similar a la que el genial Mingote ponía en boca del personaje y candidato Gundisalvo, quien en plena campaña electoral resumía su programa en pocas palabras: bueno es lo que me beneficia a mí y malo lo que me perjudica.

Y como siempre se ha dicho, Dios nos libre del hereje reconvertido. Será un ultraortodoxo, un personaje peligroso del que más vale huir. Estos conversos que presumen de demócratas y que nunca lo fueron, cantarán a la más mínima oportunidad y se convertirán en el más terrible martillo de herejes. De estos tipos tenemos numerosos ejemplos en el panorama nacional, con especial relevancia en la región catalana, incluida Tabarnia. Basta ahondar un poco en sus biografías para comprobar que tras tanta ideología independentista se esconde un pasado reciente de emigración y desarraigo que los neoconversos tratan de tapar a base de conductas radicales. Su objetivo es aparentar que son, como vulgarmente se dice, más papistas que el Papa.

A muchos les gustaría lo que es imposible: la implantación del pensamiento único. Pero por más que lo intentan y por más medios de que disponen a su alcance en forma de cadenas televisivas y redes sociales, nunca lo conseguirán porque cada ser humano es único e irrepetible. Además, el resultado sería muy aburrido. Para eso, prefiero leer a Chesterton polemizando con Bernard Shaw o Rudyard Kipling sobre lo divino y lo humano.

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