Por montera

Mariló Montero

Héroe del silencio

NO era un héroe pero la culpa de que surgiera el semidiós fue de una sociedad necesitada de personajes a los que admirar para verse reflejada en él. Se encumbró a Jesús Neira por cometer un acto que todos deberíamos hacer: salvar de una paliza a una mujer. Y a un hombre. La sociedad tiene un fondo de bondad infantil que se pierde por la sucesión de las decepciones de la vida que te van calando de temores ahuyentándote de querer meterte en más problemas de los que ya tienes. Pero algo en el fondo de toda la gente de buena voluntad es querer salvar a la víctima del malo.

El asunto es turbio a pesar de que haya sido destilado por la Justicia. Hubo quien ensalzó al señor Neira mientras éste se debatía entre los derroteros inquietantes de un hálito de vida o de la exageración que se puede multiplicar tras los aparatos de los quirófanos. Las gentes de la calle, alimentadas por la propulsión que le dieron al caso de los medios de comunicación, hicieron que sus heridas fueran las de quienes le convirtieron en un héroe mientras más allá de la pasión empezaban a circular, entre susurros, otra personalidad del profesor cuya fama entre sus alumnos se filtraba cierta soberbia personal.

Ni la altanería debe castigarse de manera desmesurada ni la bondad hubo de ponderarse. Cuando Neira abrió los ojos y vio la luz ante cientos de personas que jaleaban su bienaventurada recuperación él cayó en la humanidad de la altivez que utilizó para enarbolarse a sí mismo. Y su mujer quien estrena zapatos comprados en las rebajas de El Corte Inglés para acompañar a su esposo para dar explicaciones ante la Justicia por conducir con más alcohol en la sangre de lo permitido por la ley. Les unió el orgullo y la fama.

Un simple gesto de humildad por parte del señor Neira hubiera zanjado el asunto de un héroe que se ha inmolado con sus propias palabras y quien ha preferido herir a quienes le premiaron por un acto rodeado de incógnitas. Neira decepciona a los comunes que no llevan pistola en el bolsillo y saben pedir perdón. Nadie debe pegar a nadie, ni un hombre a una mujer, ni una mujer a un hombre, ni personas del mismo sexo entre sí. Haga todas las variantes posibles. Lo malo del héroe hizo bueno a los malos que parece que tampoco lo fueran tanto. Ni tan buenos. Todo es tan normal que está acribillado de errores. La fábrica de héroes en España no funciona como la americana. Cualquier ser anónimo estadounidense sabe cuáles son las normas, comportamientos y palabras que ha de decir en público. En España la fábrica es un garaje de ensayos. Éste, ha salido mal. No tengamos prisa por hacer héroes que ni son ni se necesitan. Seamos héroes del silencio.

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