La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Hipótesis sobre abstencionistas

La abstención en 2016 fue la más elevada desde 1979, y el hartazgo y la rabia han subido unos grados desde entonces

Los partidos tenían tanto complejo de culpa por el fracaso de la investidura y tanta conciencia de que se han convertido en fábricas de abstencionistas que desde mucho antes de la ruptura ya habían dedicado todos sus afanes a demostrar que los culpables de la repetición de las elecciones serían los otros. Así ha sido hasta el minuto final, cuando Albert Rivera se sacó de la manga un volantazo a su estrategia de siempre. Todo sea por el dichoso relato.

¿De qué se trata? Pues de que el hartazgo y el cabreo de los ciudadanos condenados a votar cuatro veces en cuatro años en unas elecciones generales no se traduzca el 10-N en una abstención indiscriminada, sino selectiva: que castigue en exclusiva a los demás. El cabreo y el hartazgo son perceptibles para cualquiera que pise la calle y escuche en los trabajos, los mercados y las tabernas. Y la web del Instituto Nacional de Estadística donde facilitan el cuestionario para que no te envíen propaganda electoral se colapsó en un rato. Se comprende. Tener que gastarse 167 millones de euros de los españoles porque los líderes de la nación no han sabido gestionar los resultados de abril es imperdonable. Es como decirles: os habéis equivocado, en noviembre tenéis que votar mejor.

Temen, pues, en consecuencia que no voten mejor, sino que dejen de votar. En qué cantidad desertarán de las urnas nadie lo sabe. La referencia más próxima al respecto es la de 2016, cuando depositaron sus papeletas el 69,8% de los electores, 3,4% menos que en 2015, en las elecciones que provocaron el bloqueo anterior. No había una abstención tan alta desde 1979. Sospecho que ahora el hastío y la rabia han subido unos grados.

Nadie sabe tampoco si habrá más abstencionistas entre los votantes anteriores de PSOE, PP, Cs, Podemos o Vox o si el castigo afectará a todos. Aparentemente la abstención tenderá a ser más alta en el bloque de izquierdas, frustrado por la incapacidad para el acuerdo, que en la derecha, que fácilmente encontrará en las próximas elecciones una segunda oportunidad. Aparentemente, también, los socialistas disponen de más recursos que los podemitas para imponer su relato y, al otro lado, los populares resultan más atractivos que los otros dos partidos conservadores como ariete hegemónico contra el progresismo.

No habrá terremoto. Abstenciones y trasvases no cambiarán sustancialmente el panorama. Tendrán que cambiar ellos.

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