Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

¿Huele a pan el turismo?

Uno de las canchas en donde la discrepancia de opiniones es hoy más virulenta es la del turismo como sector. En otro tiempo, los habitantes de un territorio o ciudad se arracimaban en bandos contrapuestos ante una fábrica contaminante, una base americana o una central nuclear. Me lo contó mi tío Salvador hace 40 años: un reportero preguntaba al paisanaje de San Juan del Puerto (Huelva) cómo podían soportar el olor que la fábrica de celulosa sita en el pueblo dejaba caer sobre el lugar, impregnando de aroma a coliflor hervida las coladas al sol y el cabello de la gente, según soplara el viento: "A mí me huele a pan", le respondió un lírico paisano… que trabajaba, como centenares de vecinos, con buen sueldo y bastante seguridad laboral, en La Celulosa. Ence cerró la factoría en 2012.

Barcelona, Palma de Mallorca, Amsterdam, no digamos Venecia, y otras ciudades turistizadas perciben, y cómo, el tufo saturado de un turismo que da un empleo de dudosa calidad, altera los centros históricos y sus periferias, es objeto de deseo de inversores que no son de la tierra y provoca el rechazo creciente del contribuyente local, que no huele en su vida diaria los cacareados réditos sociales del sector, y sí sus incordios, granujas de importación incluidos. Su pituitaria sí nota un poco de fritanga, gofres y paella para microondas, en vez de coliflor. Algunos orines de farra del turista balconing al que "recibimos con alegría… olé su madre y olé su tía". Pero la marcha atrás no es tan simple -si es que lo fue aquéllo- como dar cerrojazo a una fábrica. El turista ha venido para quedarse, y puede que usted duerma en su casa hipotecada con cuarenta personas distintas al otro lado del tabique a lo largo de un año… ¡y lo permite la (no) ley! Un maná con 40 euros de presupuesto diario, volando en bandada sobre un patinete. En algunos casos, vandalizando y molestando a sabiendas de que son tres días, y para casa de resaca. Que le den mucho al indígena coñazo, se dice turistófilo local.

El alien -lo digo, también, porque alien significa extranjero-ha sido alimentado por la política turística de autonomías y ciudades. Lo publicó esta semana El Economista: "Ryanair vuela en España con 236 millones de ayudas públicas" en varios años (algo menos del 10% del Presupuesto de la Junta, eso es una subvención y lo demás es broma). El hombre de los caramelos: hecho yonqui el escolar, quién lo recupera. Urge redimensionar y comenzar a parar un carro del que muchas ciudades han perdido las riendas. Pero seguimos para bingo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios