Ignacio del Valle

Hueveo veraniego

En todo veranito que se precie no debe de faltar una boda de desparrame y resaca de cortesía

De unos veranos a hoy me engaño igual. O me estafo de la misma forma. Será por el excedente de luz y de melatonina. El atracón de radiación ultravioleta. Optimismo frutal. Antaño, en verano siempre faltaban novias y manos. Las fábricas y oficinas grises despachaban la paga extra de vacaciones y el relajo universal ganado a pulso. Antes del aire acondicionado teníamos la bula de la caló para ponernos lagarto. En la era de los servicios digitales la cosa vacacional va intermitente y nerviosa a lo láser de disco-chiringuito. Aun así, como tantos otros, en lo personal me hallo poseído por una levedad de cine de playa. Me han pillado a pie cambiado estos días de chancletas. Me avergüenza mi mal ejemplo en el imperio del sudor servita y hostelero. Intento rebelarme. Me imagino entregado a tareas manuales y laboriosas de los documentales "Hágalo usted mismo". Incluso anoto esos fantásticos trabajos domésticos en listas de elfo con letra legible. "La libreta de los propósitos que se lleva el viento". Todo para procrastinar y disfrutar con saña del vicio dolcefarniente ¿Dónde quedarán esos planes de bricolaje chapuceril? Ensoñaciones de zángano con el rodillo de pintura, los manguerazos de casa jardín y esas ñapas de tornillo ¿Qué serán de mis delirios carpinteros? Aprender algo nuevo, estudiar aplicado en alguna de esas verbenas de las universidades de verano que programan sesudos cursos en Cenacheriland. Ordenar los recuerdos. En todo veranito que se precie no debe de faltar una boda de desparrame y resaca de cortesía. Tampoco el inoportuno funeral a las cuatro de la tarde. Inoportuno por la pérdida y dolor que brota de la fontana de Parcemasa. Nunca se muere uno a tiempo. Todos nos morimos a deshora. Ocasionando trastornos. Por eso, ante la evidencia del "no somos nada" me vengo recopilando risas y me escaqueo surfeando carcajadas de terraza en vez de olas, que son muy peligrosas. Esta actitud indolente parece que es contagiosa y gran pecado. Doy mal ejemplo. Estoy infectado de cigarra. Son las prebendas de un intermedio vital sin pañales a la vista. Muy alejado de las exigencias para colocar a la prole en campamentos, intercambios y entretenimientos papá me aburro. Como hijo de un calentón de verano huelo de cerca el invierno demográfico. No pierdo esperanza de que vengan muchos nietos a dar por saco con la pelota, aunque den mucha tarea.

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