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Ignacio del Valle

Huir por feria

El 60% del turista nacional se abonó el año pasado a los toldos de calle Larios y vías urinarias aledañas

En Cortijo Torres ya están a punto las portadas eléctricas. La del museo de Málaga y la del castillete en albero frente al auditorio de las actuaciones por la cara. La actividad en el extrarradio es de nervio braseado en carne viva. El frenesí de los polínganos industriosos, el tráfico de fragonetas, voces, frenazos a la prisa y el amarre de los últimos mandados sueltos antes de la segunda tanda de vacaciones de agosto. Estamos en temporada cumbre. Comienza la invasión de los farolillos y hace falta un esfuerzo logístico tremendo para calmar tanto estómago y gaznate trasegante que esperamos con las cajas registradoras abiertas.

La feria de los malagueños el 2017 albergó a más de 550.000 almas en catavinos y bermudas. Y eso que la amenaza taxi, destiñó con incertidumbre la hospitalidad. Ya nos hemos acostumbrado a los amagos de huelga: transportistas, operarios de limpieza y todas las reclamaciones que toman como rehén el macroevento. La unión hace el puteo. Es duro trabajar donde los demás se embolingan en esta recuperación de sueldos jíbaros.

La feria es trilliza. Se multiplica entre el centro, el Real de caseta con cacharritos revuelvetripas y el cartel taurino de la Malagueta con sus animalistas en pancarta de guardia. La celebración va por tandas: Pandas de verdiales, peñas de camiseta uniformada, bandas de música, caballistas, carruajes, pregonero, abanderado, banderilleros y concejales de selfi. Los visitantes que se suman al barullo con fanatismo converso.

El 60% del turista nacional se abonó el año pasado a los toldos de calle Larios y vías urinarias aledañas. El otro 40% de guiris eligieron la convocatoria posthamaca de tarde-noche. El año pasado la rentabilidad de la inversión en jajajá impactó con 60 millones de pavos tras el desplume. Ocupación hotelera superando el 90% de las camas disponibles. Nos dijeron que 100.000 pernoctaciones, un número redondo, al que le salen los picos por los portales de los apartamentos turísticos y otras ocupaciones fantasma. Espectros que se aparecen a las tantas de la madrugada alborotando al vecindario. Se puede elegir entre sumarse a la grey o escapar con discreción por el puente, camino de la tranquilidad vía de la plata para arriba donde también les engancharán con otras redadas de pachanga porque ¡La virgen! es imposible escapar de un país que en agosto arde en montes y ferias.

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