Decir que Puigdemont es un inútil no es insultarle, es describir una obviedad. El político se ha enfrascado en una inútil batalla sin salida en la que parece empecinado en encerrar a todos sus paisanos. Da igual que bloquee la formación de gobierno en Cataluña. Cataluña no es España dentro de España y se puede permitir eso y más. De hecho y desde la lejanía, tampoco parece que lo tuviese antes. Por el contrario, quien realmente es hábil es Ayuso, que es quien va camino de conseguir que su comunidad se independice de facto. Aunque España sea solamente una, grande y libre mientras no gobiernen otros que no sean los suyos, los acuerdos del Consejo Internacional del Sistema Nacional de Salud no le incumben. Que todos nos quedamos en casa sin ir de bares; en los de Madrid no se contagia nadie. Que se cierran las comunidades; Madrid, abierta, tampoco hay mucho sitio donde ir. Que para usar una nueva vacuna en España hay que contar con el informe de la Agencia Europea del Medicamento, Madrid anuncia que se la compra a los rusos, aunque no sepa si podrá usarla. Como en el chiste, Ayuso se pregunta a diario por qué todos van en dirección contraria por una vía que no le conducirá a la independencia de España, sino del mundo mundial.

Convocadas elecciones, la actual presidenta ha concluido que ningún candidato está a su altura. Socialismo o libertad (Ayuso): demasiado inmediato. Comunismo o libertad (Ayuso): demasiado protagonismo para Iglesias. ¡Libertad o Sánchez! Eso sí es un eslogan. Libertad como sinónimo de Ayuso, candidata a la presidencia del país, que Casado tampoco da la talla.

Madrid no es España aunque allí viva más de un décimo de la población y los noticieros nos cuenten todas las mañanas cómo está el tráfico. Un sin sentido similar a que un presidente autonómico renuncie a dar cualquier explicación objetiva sobre los proyectos para su comunidad para empeñarse en un enfrentamiento con el Gobierno Central. Salvo que se sea Puigdemont. Otra cosa es que las primeras espadas nacionales de los partidos bajen al ruedo ante unas elecciones. Pasa en todas las comunidades en función de su peso político y Madrid lo tiene. Carlos III sabía que era el espejo de la España ilustrada que quería construir y dedicó ímprobos esfuerzos a su mejora. A la nobleza y el clero nunca les gustó la idea de modernizar España, pero ello no impidió que muriera a los 72 años en su real cama.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios