La ciudad y los días

Carlos Colón

Ilustrados y 'comecuras'

COMO este Papa es un hombre culto -gran teólogo, bien formado en filosofía, apreciador de las artes- y ha basado su pontificado, entre otras cosas, en el fomento del diálogo entre fe y razón, tender puentes entre la experiencia religiosa y el mundo secular moderno y devolverle al catolicismo su fundamental dimensión litúrgico-simbólica, mostrando un especial aprecio por la liturgia y las artes como vías sensibles hacia la experiencia de Dios, quienes no están dispuestos a dialogar le responden con coces de insultos, mentiras y manipulaciones. Se puede ser creyente o no, tener en cuenta sus palabras o ignorarlas, aprobar sus argumentos o rebatirlos. Lo que no vale es responder a los argumentos con insultos, a los discursos inteligentes con simplificaciones que los tergiversan y a las ideas con calumnias.

Desgraciadamente esto es lo que, con motivo de la breve visita a España del Papa, ha hecho una parte considerable de la izquierda española que se tiene por racional e ilustrada. Paradójicamente, la gran herencia de la Europa humanista e ilustrada estaba más en las palabras del Papa que en los débiles argumentos y recios insultos de quienes, en nombre de la razón que ignoraban y vulneraban con sus actitudes, se tienen por legítimos descendientes de Descartes y Kant.

Como muestra, un botón: el diario de mayor tirada e influencia de España, que presume de ser el heredero del espíritu de El Sol de Ortega y Gasset, titulaba una crónica sobre la visita del Papa a Barcelona como Una jornada particular. Por si a algún lector poco cinéfilo se le escapaba que con ello comparaba al Papa con Mussolini, a los fieles que acudían a la consagración de la Sagrada Familia con los fascistas y a quienes ignoraban o criticaban la visita con Sofía Loren y Marcello Mastroianni -el ama de casa y el homosexual aplastados por el machismo, la homofobia y el fascismo que protagonizaban la película de Ettore Scola-, en la crónica se puntualizaba: "Lo que yo veía eran familias cogidas de la mano envueltas en la bandera vaticana, ciudadanos a pie de calle con banderitas de bienvenida, repartidas por amables voluntarios del Arzobispado, y vecinos asomados a las ventanas, todos ellos, aunque no muy numerosos, sí en actitud claramente festiva. Cierto, los jóvenes de ahora no iban uniformados como los hijos balilla de Sofía Loren, pero en la cara se les leía la misma ilusión que aquellos chicos por estar viviendo un acontecimiento destinado a quedar grabado ya para siempre en sus biografías". Los balilla, para quien no lo sepa, eran los niños y jóvenes encuadrados en el partido fascista.

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