CICLOS: el regreso al futuro de la piedra en el camino; la cola que rebrota en la pescadilla; un deja vu con arrugas.

Oiga, es todo un acierto el programa de Ochéntame otra vez que emite RTVE. Se identifique uno o no con esa década, resulta una interesantísima retrospectiva de muchos de los cambios sociales y del mundo de las artes que explican en gran parte cómo somos hoy. Es parte activa de varios programas, porque fue destacado de la época, Javi Ojeda, al que admiro muchísimo y al que tengo la suerte de llamar amigo. Hay quien dice que no ha envejecido bien (Javi, mira el lado positivo, eso significa que eras muy guapo en los 80), pero yo creo que ha sabido sacar a la perfección el jugo de cada época. Por ahí anda con sus giras infinitas, creo que pocos músicos son tan felices como él.

La cuestión es que me llamó mucho la atención la expresión "indolencia simpática" que utilizó para referirse a los malagueños y a esa piel camaleónica que nos permite defender nuestra idiosincrasia en cualquier parte. Me pareció acertadísima. Porque define esa puerta abierta que siempre tiene el malagueño aquí o allá donde vaya y también esa sutil cercanía con la vaguedad patológica que muchos quieren achacar en este rincón meridional, especialmente los que pecan de maldad mesetaria.

Ahí quedan las peripecias de Danza Invisible o de Javi Ojeda en solitario para demostrar que de indolencia nada, y sí mucho trabajo a cuestas. Además, creando camino y dejando un buen surco detrás para los que vienen.

He de admitir, no obstante, que me preocupa la generación que viene, más indolente que simpática. Se puede medir en muchos termómetros, pero uno me llama poderosamente la atención: los mensajes monocordes de nuestros jóvenes. Cualquier frase suena igual, falta tintineo en la voz, musicalidad. Claro que eso nos extrapola a un debate mucho más profundo que entronca con la educación: los niños siguen aprendiendo a leer, pero han dejado de interpretar, de entonar, de darle vida a las letras. Hacen falta más Javis Ojeda.