Cambio de sentido

Inolvidable

En la distancia, esta Nochebuena sentiremos a quienes queremos más cerca que nunca

Su canela en rama, clavo, pimienta negra: los aliños con los que mi abuela guisaba el pavo. Los mantecados, caseros. Ayudarla a adornar la casa con adornos poco ostentosos. El año que mi hermanilla, muy pequeña, se meó encima de la emoción antes de las campanadas. Tío Antonio haciéndome creer que yo era la María Zambullo del villancico, para hacerme rabiar. Lo conseguía. Patulea de primos en la gran casa de labor de los Camacho, con zambombas y panderetas, pegando la oreja a los cantos y cuentos de los mayores. Por entonces, la muerte aún no se había llevado, tan temprano y bello, al jefe de todos aquellos ángeles endiablados. Simulé que me encantaba ese vestido con el que salí, después de la cena de Nochebuena, con mi primer novio, y sospecho que él también simuló que le encantaba: el amor más inocente tiene sus simulacros. Las cenas en la mesa de la familia de mis parejas. Aquel año que tanto llovió me escurrí y me partí el coxis. La vez que, al primer reproche, cogí la maleta y cerré la puerta por fuera. Treinta y tantos a la mesa. Alegría de estar juntos. O la Nochesola, el dolor a cacho abierto. La pasada, con Jesús -así se llama mi sobrino- recién venido al mundo.

Todas Nochebuenas de cada cual, hasta las más intrascendentes, tienen la condición de inolvidables. Ello no siempre es agradable, su recuerdo nos roza la herida, aviva las pérdidas. Nos lleva a pensar que esas noches, como la lluvia borgiana, siempre suceden en el pasado. Sin embargo, antes que pasado indeleble, cada año son presente pleno. El próximo jueves cada cual vivirá, sin duda, una Nochebuena inolvidable. En el momento en que escribo esto, no sé en qué consistirá mi cena, cuál el menú, dónde, cuánta mi presencia o mi ausencia. Muchos de ustedes estarán en el mismo brete, la misma brecha. De lo que estoy segura es de que, este año, la cercanía a una misma -a esa zona honda del corazón que nos hace sentir vivos- y a quienes queremos, será más fuerte que de costumbre, estemos cada cual donde estemos, nos llevemos como nos llevemos. Este año se ha llevado por delante a demasiadas personas, y demasiadas cosas. También nos ha dejado un tiempo frente a frente con nosotros mismos, la certeza de la incertidumbre, la otredad, el amor sin nombre, el estupor de las afueras desnortadas y polarizadas, el boquete de adentro más limpio y amplio. Va a ser verdad el viejo adagio: una copa sólo sirve cuando está vacía. Tengo la mía dispuesta. Brindo con ella. Que pasen una feliz Nochebuena.

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