¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Inquietud en el chiringuito

Si Podemos y Ciudadanos no facilitan una salida acabarán succionados en el vórtice de unas nuevas elecciones

Ya se ha dicho: en los últimos tiempos votamos como los italianos, pero no sabemos hacer política como ellos. El pluralismo parlamentario no le va bien a España, a la vista está. Algunos dicen que la culpa es de Fraga (en serio, lo hemos escuchado en la niebla del primer sueño en alguna radio), que es como decir que Napoleón es el responsable de que Colau haya colgado otra vez el lazo gualda en el balcón de Barcelona. Somos un país de grandes culpadores y a pocos parece importarle que tengamos la presidencia del Gobierno embarcada en el tejado del parlamento. Todo indica que nos vamos de vacaciones con un Ejecutivo provisional y Zapatero dictando doctrina. No es para estar muy tranquilos en el chiringuito. Así no hay quien veranee ni quien deguste esas sardinas que ponderaba recientemente en estas páginas Ignacio Peyró.

El manual del bipartidismo ya no sirve y aún no se ha escrito el de esta nueva etapa del poliamor político que, según señala la demoscopia, podría implosionar para volver a la dualidad fundacional, al matrimonio burgués PP-PSOE, al yin y el yang, al mundo bicolor del rojo y el azul, que son pigmentos que combinan muy bien en la corbata. Los partidos herederos de la primavera del 15-M están en franco retroceso, en crisis permanente. En vez de conducirnos a una política nueva, tanto Ciudadanos como Podemos han terminado convirtiéndose en versiones amateurs de las formaciones del Ancien Régime del 78. A la vista está que no querían acabar con el bipartidismo, sino vampirizarlo: Cánovas-Aznar-Rivera vs. Sagasta-González-Iglesias. El tradicional quítate tú para ponerme yo. El resultado son estas ruinas que contemplamos: Pablo mendigando canongías a un Sánchez cada vez más chulapo y filobildu y Albert incapaz de imaginar una jugada que no pase por reforzar la dialéctica de las derechas y las izquierdas. Mientras tanto, España con un gobierno en funciones y los chiringuitos inquietos.

Tanto Cs como Podemos se equivocan. Si no facilitan una salida acabarán succionados por el vórtice de unas nuevas elecciones generales. Los españoles, probablemente, votarán con una mezcla de pragmatismo y mala leche. Es a lo que apuntan las encuestas, que a nuestro entender se quedan cortas. Ese señor que llaman electorado no estará de humor para asaltar los cielos ni para reformar en clave naranja. Probablemente restaurará el viejo orden bipolar: votará a PP o PSOE y volverá al casino a hablar de crímenes, amoríos y fichajes. La gran fiesta de la nueva política quedará en resaca y remordimiento.

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