Insulta el que puede, no el que quiere

Tratar de ridiculizar a países que hasta hace unos días eran sus aliados políticos, no es de buena educación

Recientemente el articulista de The Times, Chris Haslam, ha querido ridiculizar a los españoles a través de una serie de tópicos que distan mucho de nuestra sociedad actual. Esta manía británica de reírse del resto del mundo ya les ha causado más de un dolor de cabeza, tanto en la actualidad como en el pasado, pero parece que hay sociedades dispuestas a no aprender nunca de sus errores. Es comprensible que para muchos ingleses la postura inamovible de Europa, ante su próxima salida de la Comunidad Económica, les esté causando vértigo. Los que en otros tiempos fueron considerados como un grandioso imperio sienten ahora el aislamiento y la soledad de los demás. Y no es un hecho anecdótico, pues basta con visitar las instituciones europeas y ver como los representantes del Reino Unido son relegados al rincón más alejado e intrascendente de cualquier sala. Evidentemente su situación empieza a ser caótica y ya son muchas voces autorizadas las que han alertado de las preocupantes repercusiones políticas y económicas que empiezan a vislumbrarse.

De ahí que sorprenda, y mucho, que además de abandonar los lugares de decisión, decidan hacerlo dando un portazo. Tratar de ridiculizar a aquellos países que eran hasta hace unos días sus aliados políticos, no es de buena educación. Pero claro, educación y flema británica pueden llegar a ser conceptos antagónicos. Lo que si muestran estos ataques por parte del vetusto imperio británico es que temen que su lugar internacional sea ocupado nuevamente por España. Ellos saben que el peso de los distintos países reside, fundamentalmente, en el tamaño de sus poblaciones y en su capacidad para atraer a las masas. Por eso, conocer que nuestro país se ha convertido en la segunda potencia turística mundial al recibir más de 82 millones de visitantes, no les debe haber hecho la más mínima gracia. Pero esto le suele pasar a todo el que decide irse, ya sea por la vía de la ruptura de acuerdos o por las ansias independentistas, por tanto sirva de aviso a navegantes este tipo de desventuras.

Finalmente, no parece necesario contraatacar con los consabidos tópicos ingleses, que también existen, porque ya bastante tienen con el camino hacia ninguna parte que han iniciado. Y si algún día deciden volver no duden que este país de toreros, juerguistas y maleducados seguirá trabajando en compañía de sus socios europeos, a los que ellos abandonaron.

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