Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Jacobinos

Defienden a Maduro de las injerencias externas como los que bendecían a Franco contra los contubernios

Impresionado por la lectura de la novela de Alejo Carpentier El siglo de las luces, el intelectual francés Regis Debray viajó hasta Venezuela para rodar una película sobre la guerrilla. Allí conoció a Elisabeth Burgos, una antropóloga venezolana descendiente de españoles. El amor y la revolución llegaron juntos y cristalizaron en sueños fallidos, proyectos comunes, una vida nómada con las bendiciones de Fidel Castro y una hija, Laurence Debray, una parisina que ha contado la historia de sus padres en el libro Hija de revolucionarios que tiene retintín hasta en el título. El régimen de Hugo Chávez no le permitió entrar como periodista en el país donde nació su madre y en el que se enamoró de su padre.

El chavismo y el madurismo son hijos bastardos del castrismo, ese leninismo de caña de azúcar. Por eso la izquierda mira de soslayo a uno de los mayores dramas humanitarios del momento. La revolución suele devorar a los revolucionarios. Pasaba en la novela de Carpentier, en la que el jacobino Victor Hughes se lleva hasta Haití una guillotina como símbolo de la Revolución Francesa que quería exportar al Caribe.

La guillotina que la revolución cubana pretendía llevar a Venezuela se apellidó sucesivamente Chávez y Maduro. "Aquella islita", escribe la hija de Debray, "iba a poner las manos sobre uno de los grandes países petroleros del mundo". Su diagnóstico podría publicarse como editorial en cualquier periódico del día de hoy: "Un aparato productivo desmantelado, una sociedad intolerante, los medios amordazados, nacionalizaciones abusivas, una violencia alentada que hacía de Caracas una de las ciudades más peligrosas del mundo, y cubanos por todas partes, desde el control de seguridad del aeropuerto hasta los hospitales".

Con la complicidad, añade Laurence Debray, de la izquierda francesa, que ahora suscriben delirios como el de Rafael Mayoral, el dirigente madrileño de Podemos, que ve tiranos homófobos y reaccionarios en todas las fronteras de Venezuela y no dice ni pío del sátrapa simiesco que no sabe usar dos palabras sin cortarlas con la guadaña de una interjección. Un discurso muy parecido a los que defendían la dictadura de Franco de todos los enemigos externos, desde el contubernio de Múnich al oro de Moscú. La hija de los revolucionarios sabe muy bien que la Revolución es la madrastra del cuento que utiliza las palabras para perpetuarse en el poder.

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