DIRÁ lo que quiera, pero nadie en el PP cree que Javier Arenas vaya a dar un paso atrás, que tenga la menor intención de abandonar la política. No se trata de que no sepa hacer otra cosa, sino que siente la política con una pasión que le imposibilita jugar en cualquier otro campo por atractivo que sea. Es político hasta la médula, acostumbrado a caer y levantarse, y aunque ha recibido un golpe el pasado mes de marzo es impensable que el hecho de no ser presidente andaluz le lleve a la retirada. Y eso que estaba seguro de que iba a serlo.
Los suyos creían que mantendría su candidatura a la presidencia regional del partido pero no volvería a ser candidato a la Junta, y que a medio plazo Mariano Rajoy le llamaría para formar parte de su gobierno. Se equivocaron en lo primero, y ha sido una sorpresa que Arenas anunciara que no se presentaba a la presidencia regional en el congreso del partido.
No es mala noticia para el PP: en Andalucía es necesaria una renovación de arriba abajo, desde el primero al último. Arenas ha trabajado de forma estajanovista desde que Aznar le encargó que hiciera partido, ha abierto sedes, sumado militantes, ha recorrido docenas de miles de kilómetros buscando apoyos debajo de las piedras y el resultado ha sido espectacular: el PP existe hoy en Andalucía, el pasado mes de mayo acumuló un número de alcaldes jamás alcanzado, con mayorías absolutas en plazas en las que ni siquiera había logrado concejales con anterioridad, y además ha ganado las elecciones autonómicas por primera vez. Resultado corto porque se esperaba la mayoría absoluta, y al vender la piel antes de cazar el oso el éxito se convirtió en fracaso. Pero Arenas, aunque no ha conseguido ser presidente del Gobierno andaluz, se va por la puerta grande. Nadie ha hecho tanto en el PP andaluz como él, a pesar de no haber logrado su objetivo.
Porque no lo ha logrado y los análisis sobre por qué no tuvo votos suficientes han sido de todo tipo: provoca excesivo rechazo, su equipo más cercano no tiene el nivel deseado, se equivocó con una campaña electoral de perfil bajo y sin agresividad hacia el adversario, se confió tanto que dio por hecho que conseguía la mayoría absoluta y sus votantes se quedaron en casa … El caso es que no consiguió esa mayoría necesaria para gobernar y ha decidido dejar la presidencia regional del partido y que el PP andaluz se renueve en profundidad.
¿El futuro? Dirán lo que quieran Arenas y Cospedal, pero cualquiera que conozca el PP por dentro sabe que Rajoy confía en Javier Arenas como en pocos y probablemente le llamará a medio plazo al Gobierno. Además del afecto personal, le hace corresponsable del éxito del 20-N; si los andaluces no hubieran apoyado masivamente a Rajoy en las generales, hoy no se sentaría en su despacho de Moncloa.
Javier Arenas, lo olvida la gente, es vicesecretario de Política Autonómica y Local. Que no es cosa pequeña. Con bastantes fuegos abiertos en la dirección del PP en distintas regiones, y con la necesidad de que alguien desde la sede central del partido se ocupe de que los gobiernos del PP entren en cintura y cumplan los objetivos de déficit que ha marcado Rajoy. No se pueden dar argumentos a los socialistas y nacionalistas acusando a los populares de no trabajar en el sentido que a ellos se les exige que trabajen, con absoluta austeridad y sin sobrepasar el techo de gasto.
¿Y el futuro? Desde el militante menos activo al dirigente con más responsabilidad dan la misma respuesta: Javier Arenas, en la sede central de la calle Génova, sería el complemento perfecto de una María Dolores de Cospedal que no llega a donde le gustaría llegar, porque no tiene el don de la ubicuidad ni la simultaneidad por mucho que intente multiplicarse, que lo intenta. No hay persona en el PP que no desee desesperadamente que funcione ese tandem que sería básico para que el partido se mantenga con fuerza.
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