El zoco

juan lópez cohard

José Joaquín

La vida siempre nos depara tristes y luctuosos sucesos. Tenía intención, habida cuenta del prematuro inicio de la campaña electoral municipal, demasiados meses para soportar una guerra electoral, de dedicar este artículo a mi admirado y querido alcalde de Málaga, Pedro Aparicio, que el día 25 de este mes hace ocho años que falleció. Pero resulta que el destino me ha deparado, este sábado, el doloroso fallecimiento de José Joaquín Erroz Lecumberri, quién fue para mí más que un amigo entrañable, querido y admirado. Un navarrico pamplonés más malagueño que nuestra farola. Un ingeniero y empresario que fue presidente de la Asociación de Constructores y Promotores de Málaga (ACPM) y que, a más de darme la alternativa y su amistad, cuando se retiró, fue el faro que siempre alumbró y marcó el rumbo de mi travesía al frente de la citada Asociación y casi de mi vida. Fue para mí el modelo a seguir.

Conjugó el amor por su tierra natal con el cariño a su tierra adoptiva. Con la fuerza de un toro bravo y noble que corre por la Estafeta en San Fermín, llevaba sobre sus hombros el malagueño Cristo de la Sangre del que fue hombre de trono y hermano mayor honorario. Hasta su viva mirada azul llevaba el cielo pamplonica y el mar de la bahía malagueña. Una mirada franca, sincera, honesta, empática que transmitía siempre confianza, paz y serenidad. Y su voz, esa voz tornasolada con la que acompañaba su mirada para conseguir, apoyadas en su sabiduría e inteligencia, la concordia necesaria para resolver cualquier conflicto, a más de aunar voluntades aún donde había intereses contrapuestos. Bien que lo conocieron los distintos cargos públicos que estuvieron al frente de nuestras instituciones. Cuántas veces consiguió solucionar, para los asociados constructores y promotores, los sucesivos embrollos burocráticos. Y cómo conseguía los objetivos, dejando siempre un halo de amistad y respeto. Nadie como él ha representado a la ACPM tan digna y eficazmente. Y lo mismo hizo durante su mandato con la Cámara de Comercio. Veló y consiguió su independencia y probidad.

Empresario ejemplar, reconocido y respetado, integro, honesto y magnánimo, en un país donde ser empresario, (esto es, asumir el riesgo como parte de la vida a fin de crear riqueza y trabajo para el desarrollo de una sociedad, como la que José Joaquín anhelaba, donde el bienestar alcanzase a la gran mayoría de los ciudadanos), no solo está mal visto sino que llega a ser considerado por algunos ciudadanos (aquejados de debilidad mental por lo general) como sinónimo de ser delincuente. Tú no, mi querido presidente, tu supiste ganar el respeto y el cariño de todos, como empresario y como persona.

Aún recuerdo cuando, en contra del deseo de todos tus compañeros de la Asociación, decidiste dejar de ser presidente. Intenté convencerte de que te quedaras y, señalándome las fotos de los sucesivos presidentes que adornan una de las paredes de la sala de juntas, me dijiste: Ya ha llegado mi hora de estar colgado. Siempre firme en tus convicciones, llevaste por bandera el señorío navarro haciendo honor a los versos de Miguel Hernández: "navarros, hombres que entre las raíces, como raíces gallardas vais de la vida a la muerte, vais de la nada a la nada: yugos os quieren poner, gentes de la hierba mala, yugos que habéis de dejar rotos sobre sus espaldas".

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