Justificación confusa

Muchos progenitores que niegan que sus hijos beban y miran para otro lado, a base de multas lo van a ver

Están temblando. Asustados. Con un problema que se les ha venido encima sin comerlo y, nunca mejor dicho, sin beberlo. ¿Quién iba a esperar la firmeza de las Cortes…?" Con un relato parecido a este se manifestaba el otro día un sociólogo, tratando de mostrar cómo en los contextos sociales la modificación de una estructura deriva en muchos casos en otra dialéctica diferente y hasta nueva. Reflexión surgida a cuenta de que en la comisión creada ad hoc sobre el uso y el abuso que los jóvenes hacen del alcohol se ha incluido, en el borrador de la ponencia, que un modo de evitar esta perniciosa situación sea, entre otros, que los padres abonen las multas que la autoridad pueda imponer por ello. A cuyo propósito gubernamental han respondido en el acto algunas asociaciones de padres con un discurso complejo y muy meditabundo, aportando no razones económicas sino algo más enmarañado y proponiendo todas la reticencias que se les han ocurrido.

Exordio que se justifica en la perspectiva social, educativa y familiar que abre esta nuevo aviso legislativo, la pregunta de dónde está y cómo se reparte el poder real en la familia. Si la figura que se enuncia ya en el código de las Siete Partidas, el "del mayoral, al que todos llaman en latín rector", tiene algún tipo de vigencia en la estructura doméstica y casera. Dicho de otro modo, lo que inicialmente pretender ser un principio mentor de salud e higiene, corporal y mental se ha trasladado a buscar quién manda de hecho en la familia, al desajuste de tantos padres que viven dominados por sus hijos, mientras tanto se ocupan de que al niño no le falte ningún capricho.

Es esta la generación de los jóvenes que no ha tenido educación familiar ni educación en valores cívicos, dice Manuel Escudero. No educación familiar porque el contacto entre padres e hijos se ha perdido en las clases emergentes españolas, en las nuevas clases medias, cuyos padres y madres trabajan de sol a sol y dejan a sus hijos a su libre albedrío. Ni tampoco en valores cívicos por la falta de firmeza política. Y en estas condiciones muchos progenitores (¿tal vez demasiados?), que niegan que sus hijos beban y miran para otro lado, a partir de ahora, a base de multas, van a tener que echar un vistazo al frente. Pero ¿ocultarle al niño que estamos pagando una y otra vez… o enfrentarnos al "rey de la casa"? Ahí va a estar el verdadero problema. Menudo dilema.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios