¡Kafka vive!

Málaga es una ciudad tan maravillosa para disfrutarla de día, como imposible para dormirla de noche

Pues si querido Eduardo, todos los amigos que han venido al taller de dibujo urbano desde las más diversas ciudades allende los mares opinan lo mismo. Todos coinciden en que Málaga es un sitio maravilloso para vivir. Una ciudad casi tan maravillosa para disfrutarla de día como imposible para dormirla de noche. Se han ido agotados. Cuando la fiesta no era en la calle, continuaba en el apartamento turístico de al lado. Málaga es una feria todos los días del año y la limitación a la emisión máxima de decibelios que periódicamente se recoge en el oportuno bando municipal es papel mojado en Cartojal durante todo el año. ¡Que ésta es una ciudad que enamora a sus visitantes por muchas, y entre otras, etílicas razones!

En Hacienda Bizcochero, la esquina de la calle Frank Kafka con la avenida de Gregorio Prieto estaba amueblada en 2013 con dos pequeños parques infantiles. Haciendo honor al escritor que da nombre a la vía, hoy ya sólo queda uno. Algún vecino protestó por el ruido que hacían los niños y quitaron el más cercano a la fachada de uno de los bloques de viviendas que conforma esa plazoleta, donde desparraman sus mesas las terrazas de cuatro o cinco bares y restaurantes. Un concienzudo estudio acústico debió determinar que las sesudas conversaciones que en se entablaban en sus mesas entorno a la figura del escritor y su obra sólo alteran el sueño del vecindario en tanto que le invita a la reflexión. Y ya sabes amigo mío que esta ciudad, que en 2020 será Capital Europea del Deporte, un día aspiró a serlo de la cultura. El amor al ejercicio físico comienza en la más tierna infancia con los juegos y actividades más simples, pero la supervivencia del parque infantil que resiste sólo es cuestión tiempo. De tiempo y de que un vecino no se empeñe en iniciar otro proceso administrativo kafkiano que deje al escritor como un verdadero ingenuo. Doscientos metros más arriba, la Junta planea construir un nuevo instituto con sus molestas pistas polideportivas al aire libre. Miedo me da el nombre de la plaza: Rudyard Kipling. La coherencia de la administración y el funcionamiento de su maquinaria pueden negar la licencia de obra y convertir su construcción en una aventura épica digna de ser llevada al cine.

Como te decía Eduardo. De lo único del que no se quejaron estos dibujantes es del ruido de los chicos que entrenan al baloncesto. Quizás sea porque ya no quedan en el centro.

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