Cenacheriland

Ignacio del Valle

Lágrimas de gladiolos

Ruido, atasco y puestos de flores, lágrimas de gladiolos en la Alameda Principal

De quien tienes que tener miedo es de los vivos". Don Luis dixit. Falleció y lo echamos al pantano. Con mucho cariño. Así lo quiso. Lo de su señora fue más ceremonial. Uno de noviembre. Hoy es su día. Vacío floreciendo en la corona del "no te olvidan". Ya son unos cuantos funerales de más. Añorando a la familia de ultratumba. Palman viejennials y guajes…Muchachos que hace décadas dejaron de serlo. Abuelos, tíos, maestros, artistas y toda esa gente que te hizo así. Los seres queridos con quien compartías logros y tristezas. Promesa de vida eterna tras unas paladas de tierra o llamaradas crematorias de gas en este valle de sollozos.

Ceremonias mortuorias laicas. Misas ahumadas. Compromiso de cuatro de la tarde. Responsos cronometrados. Tumbas y columbarios.

El tráfico de sala tanatorio. El no saber qué decir. La carcajada nerviosa en la cafetería del nosomosná. Nombres y apellidos de conocidos en una esquela. La consciencia de que se acaba la mecha. A ti también. El día de todos los difuntos y su puente llega con resaca de fiesta fantasma en una Cenacheriland zanjas arriba. Lluvia y obras de barro en la ciudad de los museos, calles que parecen necrópolis recién expoliadas. Tenemos todo el esqueleto al aire. Es la topera interminable del Metro. A veces te preguntas si llegarás vivo para ver si esos gusanos rojos y blancos de plástico vallado finalizan la contrata. Ruido, atasco y puestos de flores, lágrimas de gladiolos en Alameda Principal.

Esto de la muerte en un parpadeo es muy de la España barroca de botón negro en la solapa, el brazalete en la manga del abrigo López Vázquez. No hace tanto que un tifus o una herida picaban billete para el cortijo de los callados. En apenas cien años hemos pasado de la foto postmortem al posado y regado de Instagram. La esperanza de vivir 150 años ¿Para qué? En pleno invierno demográfico con 20 años a taca taca vista nos volvemos sombríos y gruñones, nos están cocinando un eufemismo de eutanasia con forma de ley. Federico Nietzsche es muy apropiado para estos fatalismos lapidarios: "Uno debe morir con orgullo cuando ya no es posible morir con orgullo". Tal vez debamos vivir y morir amados, el resto es polvo de obra de ese metro de ultratumba en el que nos convertiremos, si vamos al infierno.

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