Leche y miel

No sabemos si Andalucía les parece a los nacionalistas el Paraíso que mana leche y miel o mala leche y hiel

Alguien ha reunido los tuits referidos a Cádiz de Núria de Gispert, que fue la presidente del Parlamento autonómico de Cataluña. Padece una obsesión. Sin cesar le recuerda a Arrimadas sus orígenes, supongo que con mala intención, aunque quién sabe qué pasa en el subconsciente, porque también Pablo Iglesias se metía mucho con los chalés.

El último tuit de Gispert es de aúpa. Les dice a Carlos Carrizosa y a Arrimadas que no hagan el estúpido que no están en Cádiz. Ha merecido la pena porque alguien puso, en plan rastreator comparador de estupideces, una foto de las playas de Cádiz, inmensas, azules, blancas, solitarias, y la de una cala catalana encogida, amarilla, más amarilla y llena de cruces amarillas. La cala, para no perder la ecuanimidad (¡eso nunca!), tuvo que ser bien bonita antes de la fiebre amarilla. Nada más que con la foto de las dos playas, una frente a otra, ya ha compensado el tuit de la Núria, como ellos dicen. Habrá tenido su impacto turístico.

¿Existirá algún trabajo académico sobre el imaginario andaluz en el nacionalismo catalán? Para los nacionalistas, Andalucía es una tierra paradisíaca donde se vive sin trabajar y las autovías son sin peaje. Aquí, por lo visto, vivimos de fiesta en fiesta y olé. Es la tierra de la modorra subvencionada. Resulta asombroso que un pueblo así de apático, perezoso y hasta estúpido haya podido imponerse a toda una raza superior para que esos grandes señores trabajen (oh el mundo al revés) para sus inferiores y nos mantengan a cuerpo de rey.

Aunque no sé si esto les parece el Paraíso que mana leche y miel o mala leche y hiel. Quizá la explicación sea menos mitológica y más contable. Susana Díaz, nuestra presidente, ha vuelto a ponerle pie en pared a Pedro Sánchez en sus pretensiones de pactar con los nacionalistas. Y eso, o sea, que Andalucía no duerma la siesta, como les gustaría y protestan, les pica más. Por peso político y por españolidad bien asumida, Andalucía es un peaje para sus ansias de cambalache.

Generalmente, yo prefiero no desengañar al prójimo cuando se piensa que soy más rico, más listo o más guapo de lo que soy. Si el río suena, déjalo soñar. Me encanta que los nacionalistas me imaginen en una tumbona, a la sombra, amenizado por un flamenquito, mirando al horizonte y viviendo a su costa. Si encima les escuece saber que hay pretensiones suyas por las que no vamos a pasar, miel sobre hojuelas.

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