Ignacio del Valle

Lectura de regalo

Asombra que en 220 gramos y un enchufe casi quepa la Biblioteca de Alejandría

Leer enseña hasta a olvidar que también está en los libros. Recuerdo con asombrosa nitidez mi primer diccionario de tapas rojas. Inolvidable como el amor que descerraja el corazón. Lo prometía una carta de la Caja de Ahorros. Fui a por el regalo cogido de la gran mano de mi padre. Casi memorizo de la A al zuzón, que significa hierba cana, en aquel librillo. Pasando con cuidado cada hoja de papel de biblia. Antes de que llegaran otros diccionarios una amiga de mi madre me obsequió con las Parábolas de Jesús. Inquietantes ilustraciones que estimulaban el agnosticismo. Llegaron los TBOS, los Tintines, los Jabatos y Capitanes Trueno. Julios Verne, Sandokanes, Zane Grey. La serie Aventura, los Cinco de Enid Blyton y su efecto salivador. En casa siempre había libros y lectores. Lope, Cervantes, Quevedo, Shakespeare hasta Torres Villarroel. También Galdós, Pío Baroja, Blasco Ibáñez...Las rugosidades de cubierta martelé de la colección RTVE. La enciclopedia Salvat, Fauna... Textos universitarios El mono al desnudo, La interpretación de los sueños. Títulos prohibidos como el Libro Rojo de Mao. Así pasaron los años y los carnés de biblioteca. Del bullicio de la sala municipal al silencio grave del CESID. Devorando todo lo que pasaba por los anaqueles. Leyendo de todo menos los libros de texto. Incorporando a la balda nuevos diccionarios, atlas y gramáticas a mano. Francés, latín, griego, inglés, diccionarios de informática, de arte, de símbolos, los sinónimos de Corripio y el María Moliner que tanto me ha dado de comer. Padre y madre también me dejaron una rareza de serie: acumular enciclopedias. Desde el anacrónico Espasa al Cossio.

Ahora todo lo que creemos saber entra en un libro electrónico. Asombra que en 220 gramos y un enchufe casi quepa la Biblioteca de Alejandría.O los miles de títulos en la nube que devoran los ratones de puntero que también la cagan. Pero no es lo mismo. Cada lomo, cada portada, cada anotación en el margen es autobiografía. Cada entrada de concierto, nota o postal a modo de marcapáginas te transporta a un recuerdo, a una música, a otra pareja y aroma. A las vidas que leímos mientras escribíamos la nuestra. Los cuentos interpretados a pie de cama. Seguir agasajando con lectura tal vez sea uno de los mejores regalos que existan en el tiempo, en el espacio estantería y en la distancia.

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