La ciudad y los días

Carlos Colón

Lengua, mentiras y mala fe

SEGÚN el presidente del Gobierno, en el órdago que largó contra el Manifiesto por la lengua común que cada vez recibe más adhesiones y sólo conoce las apostasías de los Asurancetúrix tipo Gamoneda o la asombrosa ausencia de la Real Academia de la Lengua (pese a que algunos académicos lo hayan suscrito), si no hemos "interiorizado" que las lenguas cooficiales "son lenguas de España" es que "quizá no hayamos interiorizado el modelo de convivencia constitucional". Mentira, porque en el Manifiesto no se niega que las lenguas cooficiales sean españolas. Mentira, porque son los nacionalistas lingüísticamente radicales quienes no han interiorizado que el castellano es la lengua común de España, en pacífica convivencia con otras lenguas particulares también españolas (y por lo tanto tampoco han interiorizado el modelo de convivencia constitucional). Mentira, porque el castellano es la única lengua de las habladas en España que conoce restricciones, prohibiciones y acosos institucionales en determinadas regiones (y por lo tanto los catalanes y vascos radicales ni tan siquiera han interiorizado el modelo de convivencia democrático, ignorando que el uso del castellano en todo el territorio nacional es un derecho constitucional).

Se ha dicho, por parte de los nacionalistas radicales o de los pelotas de un Gobierno que no quiere complicaciones con ellos, como bien se ha demostrado en el Congreso del PSOE, que el manifiesto es una agresión castellanista o españolista que miente, exagera, tergiversa y ennegrece la realidad. Para desmentirlos, y dar la razón al manifiesto que he firmado e invito a firmar, bastan dos ejemplos de esta misma semana.

El Gobierno vasco, pasando peligrosamente del ámbito público al privado, ha aprobado un decreto que obliga a los establecimientos comerciales de más de 400 metros cuadrados a disponer de empleados que puedan atender a los clientes en euskera. Y los propios socialistas vascos han denunciado "el fracaso sin paliativos" del consejero de Educación en materia de formación en euskera del profesorado vasco ante el elevado número de suspensos en las pruebas obligatorias de perfiles lingüísticos (el 78% de los docentes que se presentaron al PL1 y más del 84% de los que se presentaron al PL2), una situación que "obligaría a cambiar de política a cualquier otro consejero que no inspirara su política en fundamentos tan doctrinarios como los que inspiran al actual titular del Departamento". Esta es la realidad, y lo demás son monsergas. O mala fe, como ha denunciado Rosa Díez al referirse a la intervención de Zapatero en el Congreso socialista.

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